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La tapa estrella de Antonio de la Torre

El actor recuerda con especial cariño el gazpachuelo de su madre.

HAY ACTORES que, no importa lo que hagan, son capaces de resultar creíbles en cualquier papel. Véase, sin ir más lejos, el caso de Antonio de la Torre, que convence igual metido en la piel de un psicópata antropófago en Caníbal (2013), encarnando al pa­dre de dos hermanas desaparecidas en La isla mínima (2014) o dando vida a un policía taciturno en su más reciente pelícu­­la, Que Dios nos perdone. En nuestro encuentro en el bar El Doble, un local castizo del centro de Madrid surtido del mejor género de jamones, mariscos y conservas, es llegar, colocarse el trapo sobre el hombro y producirse la transformación: de declarado chef de Thermomix, pasa a parecer un auténtico camarero. “Solo me gusta cocinar para los demás, para mí me cuesta”, confiesa el malagueño (1968), que “reivindica” los robots de cocina “porque hacen un salmorejo estupendo”. “A los padres de las amigas de mi niña se lo regalo cuando lo hago”, presume, “y por ahora me ha ido muy bien”.

Agradable y genuinamente divertido, accesible y envidiable en su desenvoltura, De la Torre, uno de los actores más destacados de su generación –reconocido con un Goya en 2007 por Azuloscurocasinegro–, acude a nuestra cita con toda su energía, cargado con tantas respuestas como preguntas.

–¿A ti te gustan los toros? –me espeta.

–Sí.

–Lo he visto en la ma­nera en que ponías el palillo, como una banderilla.

Sacha prepara unas tapas junto al actor Antonio De La Torre.

Ahí, mientras preparamos una tapa de langostinos, sale a relucir su pasado como periodista, un oficio que ejerció durante varios años en Canal Sur y que, se nota, le sigue cautivando.

–Sin pensar: tu restaurante vasco favorito –me vuelve a interpelar.

–Arzak es Dios –respondo rápidamente, para pasar al contraataque–. ¿Y tu actor español preferido?

Javier Bardem.

Como buenos tertulianos de barra, la conversación nos va llevando por territorios insospechados, desde los derroteros de la cocina, sobrevolados por los recuerdos de infancia del gazpachuelo y el conejo al ajillo de su madre (“maravillosos”), hasta los vericuetos de los nacionalismos. “Según mi experiencia, para mí este es un problema que no existe en este país”, dice De la Torre. “Por ejemplo, cuando he estado en Euskadi, me he sentido como en mi casa. Lo mismo que en Cataluña, donde he vivido temporadas, rodando películas”. En ese momento damos un nuevo volantazo al cine: “En segundo de carrera de periodismo, me pidieron que hiciera una entrevista a alguien conocido y se la hice al futbolista Juanito, que entonces era jugador del Málaga. Me llamó mucho la atención, porque él era muy volcánico, pero muy calmado en persona. Me pareció el personaje para hacer una película. Y aún tengo el sueño, que se va alejando, como tantos otros, de hacer un biopic sobre su vida”.

"El Goya me cambió la vida. Para mí, marcó un antes y un después".

Cuando, en un nuevo giro argumental, la charla nos devuelve a la gastronomía, el intérprete saca a relucir una de las muchas anécdotas que atesora. “Estaba en un restaurante con el actor José Ángel Egido y a los camareros les sonaba nuestra cara”, cuenta. “Y yo no sé por qué, pero les dije: ‘Somos de la guía Michelin’. ¡Si tú vieras la cara que se les puso! Es la única vez en mi vida que me he atrevido a hacer algo así”, se ríe, al mismo tiempo que frunce el ceño en un gesto reflexivo. Sale de nuevo el periodista que lleva dentro:

–Me da mucha curiosidad: ¿tan importante es la guía Michelin?

–¿Tan importante es un Premio Goya para un actor?

–Buena pregunta. Si la reflexiono, te diría que no necesariamente, aunque son unos premios que se agradecen mucho. Pero, en mi caso personal, a mí me cambió la vida. Para mí, marcó un antes y un después.

–La gran diferencia es que el Goya será siempre tuyo, pero la estrella te la pueden quitar, por lo que vives en una angustia constante. ¿Te imaginas que te dieran un Goya y al año siguiente te lo quitasen?

Se lo vuelve a pensar. Y se ríe otra vez con una carcajada enorme, una risotada impetuosa y expansiva.

–No me gustaría, desde luego… Pero, bueno, hay un punto en que hasta lo podría entender.

Tapa de langostinos y tapa de matrimonio

Para 4 comensales 3,50 euros por persona

– 20 langostinos tipo tigre.

– Aceite de oliva.

– Vinagre.

– Una pizca de sal.

– Una cebolleta.

– 16 boquerones en vinagre.

– 16 anchoas del Cantábrico.

– Patatas fritas en aceite de oliva.

1. Para la tapa de langostinos. Pelar los langostinos y rociarlos con el líquido de las cabezas. Cortar la cebolleta en láminas finas y servir encima de los langostinos. Cubrir con un chorro abundante de aceite, unas gotas de vinagre y una pizca de sal.

2. Para la tapa de matrimonio. Colocar una anchoa y un boquerón sobre una patata frita.

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