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Janine Jansen, la violinista que reinaba en internet

Janine Jansen, en una sala del TivoliVredenburg en Utrecht (Holanda), su ciudad natal.
Isabel Ferrer

LAS ENCUENTRO preciosas”, dice Janine Jansen, la violinista holandesa, señalando las estrías que recorren la espalda del Stradivarius de 1707 que le presta desde 2016 la fundación noruega Dextra Musica. El profano supone que todos los instrumentos de cuerda construidos por Antonio Stradivari, el legendario lutier italiano de Cremona, deben de ser sublimes. Janine, que tocó durante 15 años otro Strad de 1727, asegura que el reto es darle su propia voz a esta maravilla. Una aventura que ella ejecuta con “sinceridad, sensibilidad, técnica exquisita y pasión”. Son expresiones usadas por los críticos, a las que debería sumarse el verbo “escuchar”. Porque la intérprete, de 39 años, se involucra de tal modo con la orquesta que arrastra al espectador durante sus conciertos. “Cuando la inspiración es mutua, el público lo nota”, dice en una sala del TivoliVredenburg, el principal centro musical de Utrecht (Holanda), la ciudad donde empezó todo.

La villa es el hábitat apropiado para que la hija de un organista e intérprete de clavecín y de una cantante clásica tomara un violín a los seis años. “Mis hermanos mayores, David y Maarten, tocan el clave y el violonchelo. Yo quería empezar con el chelo, pero mis padres preferían más variedad instrumental. Los niños son flexibles y cuando descubrí el violín ya no pude dejarlo”. Los conciertos hogareños de la infancia se mantienen y la música de cámara no ha dejado de sonar desde entonces en su vida. “Eran piezas del Barroco que mi padre ensayaba con sus colegas, composiciones que he interpretado luego con él en la Domkerk, la iglesia donde mi abuelo fue director del coro”.

La torre de la antigua catedral gótica de la diócesis de Utrecht en la Edad Media y templo protestante desde el siglo XVI puede verse desde cualquier calle y es uno de los escenarios del Festival Internacional de Música de Cámara. Celebrado este año entre el 28 de junio y el 2 de julio, es una iniciativa de la propia Jansen, que ha sido su directora artística desde la primera edición, en 2003.

Ha llegado a dar 150 conciertos anuales. Ahora trata de controlar a su manera el ritmo frenético que impone la música.

“Parece una audacia que con 25 años escasos montara un festival así. Por otro lado, es la música más cercana a mi vida y ansiaba diseñar un programa completo. Seguí mi intuición, y hemos llegado a reunir hasta 10.000 espectadores”. El mismo instinto le ha llevado a ceder ahora el testigo a la violonchelista holandesa Harriet ­Krijgh. “Es una gran figura, y después de 13 años era el momento adecuado. La música clásica es acaparadora y piensas que puedes con todo. Pero hace siete años tuve que parar un tiempo. Ahora sé que no quiero vivir con una maleta a cuestas y organizo mi agenda en bloques: periodos intensos con muchos conciertos y una pausa; intensidad y descanso. Así estoy contenta con mi carrera”. Ha llegado a dar 150 conciertos anuales, pero se mantiene con los pies en la tierra gracias a su familia. Hace cinco años se casó con Daniel Blendulf, violonchelista y director sueco, y viven entre Utrecht y Estocolmo.

Jansen ganó su primer concurso a los 10 años. Y le encantó, claro. “Pero la competición ya no me atrae”, dice. Debutó ante el gran público en 1997 con la orquesta del Concertgebouw, de Ámsterdam, y comenzó su carrera solista en 2001 con la National Youth Orchestra de Escocia. Entre 2002 y 2004 fue miembro del programa New Generation Artists, de la BBC; ha obtenido premios dentro y fuera de Holanda, y es artista exclusiva de la discográfica Decca. En Internet, su poder de atracción es aún mayor. Han llegado a llamarla la “reina del iPod”. Su interpretación de Las cuatro estaciones, de Vivaldi, ejecutada solo con instrumentos de cuerda, ha llegado a acumular el 73% de las ventas de su discográfica en iTunes. Fue una grabación casi íntima, con su padre, Jan, al clave, y su hermano Maarten al chelo, que ha acercado la música del Barroco a un público inesperado.

Jansen toca desde el año pasado un Stradivarius de 1707 que le presta la fundación noruega Dextra Musica. / MARC DRIESSEN

Entre sus piezas favoritas —nombra a Bach, Mozart, Brahms, Mendelssohn, Shostakóvich y Schubert— hay una que le resulta muy difícil. “Es una fantasía para violín y piano de este último. Debe sonar natural, como si fuera sencilla, cuando es endiablada; con frases y pianísimos sin fin. Pero cuando finalmente te acercas a lo que Schubert pretendía, es magnífico”.

Le hubiera gustado compartir escenario con el director estado­unidense Leonard Bernstein. “Seguro que era difícil, intenso y algo misterioso”, opina. “En 2018 se celebrará el centenario de su nacimiento y por eso se oye más ahora su Serenade [inspirada en un diálogo de Platón]. Me habría encantado tocarla con él”.

El 3 de julio interpretó a Sibelius en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, dirigida por el británico sir Simon Rattle y con la London Symphony Orchestra. “Rattle es abierto y verdadero”, dice. Uno de los suyos.

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