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Bernardo Pérez: “Todavía veo pasar América”

SI CIERRO los ojos y trato de recordarlo, todavía veo pasar América por la ventanilla del tren y me invaden colores, olores y las caras de las personas más humildes de Latinoamérica con quienes compartí tres meses de viaje desde la Patagonia chilena hasta la frontera de México con Estados Unidos. El de 1992 fue un año loco de trabajo en El País Semanal. A la vuelta de un viaje en el que se fraguó un reportaje relámpago sobre el mundo sefardí en Marruecos, Turquía e Israel, propuse a Francisco Basterra y Alberto Anaut, entonces subdirector y redactor jefe respectivamente de la publicación, trasladar la experiencia y el método a América. Y así, haciendo equipo con mi querida Maruja Torres, iniciamos una andadura desbocada que se planteó al revés del recorrido recogido en el libro de Paul Teroux Viaje a la Patagonia. Viajamos de sur a norte, siempre en trenes, el medio de transporte más popular para los miles de latinoamericanos que intentan llegar a El Dorado yanqui. Una experiencia irrepetible por ser conscientes de que muchos de nuestros recorridos ferroviarios estaban a punto de desaparecer, por la envergadura del proyecto y por ser testigos directos del drama de la pobreza que aún perdura en esta zona del mundo.

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