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El revolucionario georgiano que sacude a Ucrania desde el tejado

El expresidente de Georgia Mijaíl Saakashvili evita, de forma rocambolesca, un arresto y lucha para derrocar al Gobierno de Poroshenko

El expresidente georgiano Saakashvili celebra su liberación.Vídeo: SERGEI CHUZAVKOV (AFP) | reuters
Pilar Bonet

Desde el tejado del edificio donde reside en Kiev, el expresidente de Georgia y exgobernador de la región ucraniana de Odessa, Mijaíl Saakashvili, exhortaba a viandantes y curiosos a ir a manifestarse en contra de los “bandidos y delincuentes” junto al Parlamento. Asomado a la cornisa, Saakashvili les instaba a gritos a pedir el cese del presidente, Petró Poroshenko, que según él, intentaba secuestrarle por orden del presidente de Rusia, Vladímir Putin.

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Era el martes por la mañana y unos pisos más abajo, agentes del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) habían forzado la puerta del domicilio de Saakashvili y practicaban un registro en busca de pruebas para sustentar los cargos de Yuri Lutsenko, el fiscal del Estado. Este acusa a Saakashvili de complicidad en una banda delictiva, que habría recibido medio millón de dólares del entorno de Vladímir Putin para financiar mítines con el fin de dar un golpe de Estado en Kiev y también para ayudar al oligarca Serguéi Kúrchenko, del entorno del expresidente Víctor Yanukóvich (2010-2014), a recuperar sus activos en Ucrania.

Putin es la figura central y el punto de referencia para todos los fabuladores de esta retorcida narrativa. El esperpento podría resultar cómico si no fuera un inquietante reflejo de la degradación a la que ha llegado la política en Ucrania, donde los problemas se acumulan una y otra vez sin resolverse hasta que el malestar social estalla en forma de “revoluciones” que se repiten con distinta intensidad, diversos líderes y resultados pírricos.

Al concluir su mandato en Georgia en noviembre de 2013, Saakashvili, acusado de diversos excesos que hubieran podido llevarle a la cárcel, huyó de su país. Entonces, el presidente Poroshenko le facilitó la nacionalidad ucraniana y en mayo de 2015 le nombró gobernador de Odessa para que luchara contra la corrupción en la gran ciudad portuaria del mar Negro. En aquella época, la experiencia de Saakashvili y de su equipo en la lucha contra la corrupción en Georgia resultaban un modelo interesante para la Administración ucraniana, pese a que los métodos utilizados por los georgianos fueron drásticos y se reflejaron en arbitrarios procesos, encarcelamientos y torturas que provocaron incluso la muerte de inocentes. Los nuevos dirigentes ucranianos, que en gran parte eran también los viejos, invitaron a exfuncionarios de la Administración de Saakashvili a incorporarse a la de Kiev, pero pronto se vio que, ni en el fondo ni en la forma, estaban dispuestos a ir tan lejos en su celo depurador.

Las relaciones entre el presidente y el gobernador se deterioraron, Saakashvili fue cesado como gobernador en noviembre de 2016 y desposeído de la nacionalidad ucraniana en julio pasado, mientras estaba en el extranjero. El georgiano, sin embargo, no aceptó este guion y allanando literalmente en la frontera, regresó a Ucrania donde ha fundado “El Movimiento de Nuevas Fuerzas” un partido que tiene sus seguidores en círculos de descontentos que todavía conservan la esperanza de cambiar las cosas desde la calle.

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Los agentes del SBU detuvieron a Saakashvili en el tejado y lo metieron en un minibús, pero los seguidores del expresidente georgiano rodearon el vehículo, abrieron sus puertas a patadas, y lo liberaron. Saakashvili y sus seguidores marcharon hasta un escenario cerca de la Rada Suprema (el Parlamento). Desde allí, el expresidente georgiano acusó a Poroshenko de trabajar para Putin y de tener un acuerdo con el presidente ruso para favorecer al oligarca georgiano Bizinia Ivanishvili, el líder del movimiento “El Sueño de Georgia”, que derrotó al partido de Saakashvili en los comicios parlamentarias de 2012. Desde el escenario, Saakashvili acusó al SBU de haberse convertido una filial del Servicio Federal de Seguridad de Rusia y de servir a los “traidores” de la “Revolución de la Dignidad” (la revolución del Maidán). “En el espacio postsoviético nadie es más enemigo de Putin que yo”, afirmaba el expresidente, mientras fustigaba a los “malvados, ladrones y bandidos” que han tomado el poder en Ucrania.

La multitud aplaudía febrilmente y de forma intermitente interrumpía al orador para gritar: “Fuera con la banda” e “Impeachment”. Estas consignas resultan familiares a quienes estuvieron en la Revolución Naranja de 2004 y en el Maidán en 2014, con la diferencia de que entonces, se referían a los presidentes Leonid Kuchma y Víctor Yanukóvich, respectivamente. Ahora, se refieren a Poroshenko, pero está por ver si la energía social de la sufrida Ucrania puede transformarse en la masa crítica necesaria para impulsar una nueva revolución o si el organismo del Estado se debilitará aún más en beneficio de quienes esperan que el país caiga en sus manos como fruta madura: Putin, de nuevo, en el centro del escenario.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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