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El juez Llarena resiste a las presiones que anhelaban una excarcelación colectiva
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sí hay Derecho

El Supremo mantiene a Junqueras en prisión y se abstrae del contexto electoral, que prefigura un duelo entre ERC y Ciudadanos en disputa de los respectivos bloques

Jordi Pina, abogado de los exconsejeros de la Generalitat y Marina Roig, abogada de Jordi Cuixart, hacen declaraciones a los medios a las puertas del Tribunal Supremo.Vídeo: Emilio Naranjo (EFE). EPV

El posibilismo del movimiento soberanista interpreta siempre a su favor las situaciones políticas y las resoluciones judiciales gracias al holograma de la independencia y a la credulidad –¿en retroceso?– de su electorado. Tanto importaba que Oriol Junqueras saliera de prisión o permaneciera en ella. La primera hipótesis, de haberse producido, demostraba que el juez Llarena era un títere articulado del Gobierno, precisamente porque no convenía a Mariano Rajoy una campaña adulterada por el martirio carcelario del líder omnímodo de ERC. Y la segunda hipótesis, claro, consolida el mito de la opresión del Estado. Se consumen en la celda los candidatos libertarios. Se los amordaza entre rejas. Se los somete a una campaña electoral en franca inferioridad de condiciones.

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Hubiera sido más convincente esta última teoría de haberse generalizado el escarmiento presidiario, pero la excarcelación bajo fianza de seis exconsellers también permite juguetear con la figura de la justicia salomónica, como si el Supremo estuviera relamiéndose en la alquimia política del equilibrismo. Y como si fuera tan difícil convenir que Llarena ha estudiado los casos individualmente, graduando así la jerarquía de la responsabilidad, de la reincidencia y de las medidas preventivas.

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El Tribunal Supremo se ha desentendido del contexto electoral. Ha marcado las líneas rojas de la separación de poderes. Se ha abstraído de las conveniencias y de los criterios de oportunidad. Y ha desfigurado el escenario voluntarista según el cual el “traslado de expediente” de la Audiencia Nacional oponía una pintoresca guerra de jueces en rima asonante -Lamela contra Llarena- y predisponía una medida de gracia, un hermoso armisiticio prenavideño a los delincuentes.

Es una buena noticia para la credibilidad del Estado de derecho la autonomía del auto en cuestión. Y una decepción para las fuerzas políticas –indepes y no indepes– y los panelistas –indepes y no indepes– que anhelaban un escenario menos traumático de cuando pueda significarlo el victimismo de Junqueras y los Jordis en sus celdas de castigo camino del 21D.

Se supone que la decisión de mantenerlos encarcelados incorpora un estímulo electoral en el relato de la patria oprimida y al fascismo del que Rufián mastica rutinariamente, pero el aparato de propaganda soberanista hubiera creado un artificio dialéctico o dramatúrgico parecido de haberse producido una salida de la cárcel colectiva, coreográfica.

Han demostrado sus líderes una impresionante capacidad adaptativa al escenario mercurial de las mentiras y los esperpentos, pero el sondeo del CIS aparecido este lunes tiende, aunque sea levemente, a relativizar la transigencia popular a la ensoñación, más o menos como si la grey indepe empezara a desquitarse de la fuga de Puigdemont, la república fantasma, el pucherazo del 1 de octubre, el mito del baño de sangre, la sumisión al 155, el tierno abrazo de Forcadell a la Carta Magna, el coro de plañideras que dirige Marta Rovira con el disfraz de Gandhi.

Tenían que pesar unas y otras aberraciones camino del 21D. El CIS “sustrae” la mayoría absoluta al soberanismo, y refleja un duelo casi perfecto entre ERC y Ciudadanos como reflejo de los respectivos bloques. No habiendo trasvase de voto posible entre el bloque independentista y el constitucionalista, la clave de los comicios parece encontrarse en la respectiva capacidad de movilización, cuando no en el papel de bisagra que corresponderá a los comunes.

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