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Las bases ‘indepes’ se miran en el espejo

Votantes de partidos secesionistas reprueban la estrategia del Govern, pero siguen apostando por la ruptura

Miles de personas paticipan este domingo en el concierto organizado en Barcelona por Òmnium Cultural y Music por l’Independencia, para pedir la libertad de los consejeros encarcelados.Foto: atlas | Vídeo: Massimiliano Minocri

La imposible independencia de Cataluña ha provocado la frustración en buena parte de la ciudadanía que defiende la secesión, tanto por el fondo como por las formas en las que se produjo la declaración del 27 de octubre y la imposibilidad de instaurar la república catalana. EL PAÍS ha hablado con siete votantes de esos partidos que, pese a lo ocurrido, defienden la ruptura, pero que no esconden su crítica por la falta de explicaciones entre lo prometido y lo que finalmente sucedió. Sus reflexiones son ilustrativas: el Govern destituido sigue siendo "el único legítimo" y Cataluña ha de romper con España, pero no debe extrañar que el Gobierno de Mariano Rajoy haya intervenido la autonomía con el artículo 155 de la Constitución.

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"Me siento decepcionada. Nos vendieron el caramelo de que sería muy fácil, pero como ya viví la dictadura sabía que no sería así", explica Montse Planas, de 57 años. No se considera independentista pero dice que en 2015 votó por la secesión y que lo volverá a hacer el 21 de diciembre. En esa misma línea, Xavi Narro, escritor de 35 años, reprocha el carácter "paternalista" de los líderes independentistas. "Nos pidieron que confiásemos en ellos ciegamente y por eso nos tendrían que haber dado más explicaciones", opina. A su entender, la sociedad "no estaba preparada para escenarios como el del 1 de octubre", el día del referéndum ilegal en que se produjeron las cargas policiales a las puertas varios colegios electorales.

"Puigdemont no tenía otra alternativa que proclamar la independencia. Si hubiera convocado elecciones habría decepcionado a mucha gente y nos habría perjudicado", tercia Núria Ruiz, contable, de 56 años, en lo que parece la razón de fondo que llevó al president a cruzar la línea roja: contentar a buena parte de sus votantes. Ruiz y Planas explican sin ambages que no sintieron ninguna alegría el 27 de octubre. "No lo celebré porque veía que teníamos el 155 encima y me hubiese gustado que todo hubiera sido diferente, pero no pudo ser", dice la primera. "Sentí decepción. Lo estábamos celebrando pero veía que algo pasaba", explica la segunda.

Javier Vallejo es otro independentista reciente. Se declara convencido de que Puigdemont iba a convocar elecciones, aunque al final se echara atrás. Pese a ello, le disculpa. La pedagoga Teia Álvarez, de 36 años, se muestra más comprensiva ante la falta de explicaciones. "La estrategia solo la saben cuatro y, al menos, que Puigdemont haga su trabajo aunque sea desde Bruselas, porque ya tenemos bastantes consejeros en la cárcel", asegura.

Pau es un dinamizador cultural de 28 años y pertenece a los llamados CDR, siglas que responden a los Comités de Defensa del Referéndum y después de la República, situados en el entorno de la CUP. No desea facilitar su apellido, asegura que siempre ha sido independentista y dice sentir "respeto" por la huida de Puigdemont. "Con escenarios de represión extrema se toman decisiones que intentan ser la mejor y dar una respuesta digna a la situación", razona.

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Confianza en Europa

A su entender era "inevitable" la proclamación de la independencia, pero coincide en que no se ha explicado a la población qué pasó realmente aquellas horas previas y posteriores al 27 de octubre. "Muchas cosas pasan en los despachos y no tenemos ni idea de lo que ocurre, es una crítica que habríamos de hacer a la política en general". En términos parecidos se expresa Joana Gràcia, administrativa de 67 años. "Me pareció todo muy extraño porque no teníamos la información, pero después lo he acabado de entender", razona, aunque no quiere dar más detalles.

Los entrevistados coinciden en que el independentismo no debe recular e insisten en la confianza de que Europa reconocerá una victoria electoral si esta se produjera el 21 de diciembre, un mantra que el secesionismo ya empleó antes del 27 de octubre y que se demostró después equivocado. "El procés debe continuar, pero dejando atrás las pantallas pasadas. Ya hemos visto que la independencia no se puede declarar como se ha hecho, pero Europa ha de ver que no es un suflé, que estamos mejor que antes", dice Xavi Narro.

Joana Gràcia confía menos. "El independentismo ha de consolidarse para que lo reconozcan en Europa. Si gana las elecciones al resto de España no le quedará más remedio que asumirlo y Europa tendrá que hacer de árbitro", augura. "El Govern pecó de ingenuo y creyó que Europa le apoyaría. Si se repite la mayoría independentista, Europa debería cambiar", tercia Núria Ruiz. Varios de los entrevistados coinciden también en asumir otro argumento muy manido estos meses y que tampoco ha funcionado para la causa secesionista: la necesidad de internacionalizar el conflicto, primero con la huida de Puigdemont y después con una victoria electoral.

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