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El último mensaje del submarino argentino desaparecido

En esta última transmisión, el capitán informó de un cortocircuito, de un incendio en las baterías y de una entrada de agua al sistema de ventilación

Un militar a bordo del 'P-8 Poseidon' de la US Navy, en un vuelo de reconocimiento en busca del submarino 'ARA San Juan'.Vídeo: EFE / REUTERS-QUALITY
Federico Rivas Molina
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Las baterías del submarino argentino perdido desde hace 13 días en el Atlántico con 44 tripulantes sufrieron un “principio de incendio”, producto de una entrada de agua que provocó un cortocircuito. La filtración a la prensa del último parte del comandante del ARA San Juan a la base da una idea de cuál era la situación en el buque antes de que los sensores de un organismo de la ONU detectaran una explosión. La Armada no atribuyó gravedad alguna al incidente de las baterías y sólo ordenó a la nave que ponga rumbo directo a su puerto de destino, en la ciudad de Mar del Plata, una decisión que hoy deja de ser irrelevante. Mientras tanto, 23 barcos y 12 aviones de ocho países buscan al ARA San Juan en el fondo del Atlántico, con mapeos por sonar en profundidades de entre 200 y 1.000 metros.

El texto que el comandante Pedro Fernández envió a la base el miércoles 15 de noviembre no deja dudas sobre el incidente, pero también pone en evidencia que no lo consideró un problema grave: “Ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías N°3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías. Baterías de proa fuera de servicio. Al momento en inmersión propulsando con circuito dividido. Sin novedades de personal mantendré informado", dice el mensaje, emitido a las 8.42 de aquel día.

El portavoz de la Armada, Enrique Balbi, negó que el mensaje aporte información sobre qué pudo haber ocasionado el estallido en el buque. "Si el mismo comandante, con 22 años de experiencia, consideró la situación como está escrita en el parte, está más que claro que no es una emergencia; si hubiese sido una emergencia él mismo hubiese salido a superficie", dijo durante su rueda de prensa diaria. Lo que sí confirma el documento es que la Armada sabía de los problemas de navegación del submarino y demoró en comunicarlos al ministerio de Defensa. De hecho, el ministro Oscar Aguad se enteró que la Armada buscaba al ARA San Juan el viernes pasado, 48 horas después de su desaparición, y a través de la prensa, al mismo tiempo que todos los argentinos.

El problema político que supone el quiebre de la cadena de información quedará para más tarde, al menos mientras el submarino no aparezca. El clima no acompañó las tareas de búsqueda el martes, y Balbi admitió que no tienen rastros del buque. “Son horas críticas, aún no hemos podido encontrar el submarino”, dijo, “es una situación angustiante y de preocupación para los familiares y para todos los hombres de la Armada que estamos hace 13 días haciendo esta búsqueda”.

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Cuando Fernández emitió su último parte al Comando de Adiestramiento cuando navegaba por el Golfo San Jorge, a 450 km de la costa argentina. Dos horas y diez minutos después de aquella comunicación, tres sensores de la Organización de Control de Pruebas Nucleares (CTBTO) registraron un "evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear", es decir una explosión. La confirmación de aquel “evento” el jueves sumió en la desesperación a las familias de los 44 tripulantes a bordo del ARA San Juan, que desde entonces perdieron toda esperanza de encontrarlos con vida. El operativo de rescate, de todas formas, no se detuvo.

El despliegue de buques y aviones se ha concentrado en un radio de 74 kilómetros cuadrados, que es la zona donde se detectó el estallido. Mientras los rastreadores intentan dar con el submarino, ha viajado hacia el lugar un barco noruego con una cápsula de rescate aportada por Estados Unidos, capaz de descender hasta 600 metros de profundidad. Todo está listo en el Atlántico sur y sólo falta dar con el ARA San Juan.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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