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Crítica | CORTAR (LAS 1.001 NOVIAS)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mentir más que hablar

desde su inaugural Capturar, la serie de Merinero ha ido decayendo, enredada en su propia sistemática del desconcierto

Javier Ocaña

CORTAR (LAS 1.001 NOVIAS)

Dirección: Fernando Merinero.

Intérpretes: Fernando Merinero, Angélica Revert, Magaly Santana, Montse Berciano.

Género: docuficción. España, 2017.

Duración: 95 minutos.

Fernando Merinero, director español de cine de guerrilla, embaucador profesional e impenitente descarado —en sus películas y, por lo que se desprende de ellas, quizá también en la vida—, inició a principios de este año con Capturar (las 1.001 novias) un interesante proyecto de documental con evidentes retazos de ficción, que ha acabado convirtiendo en trilogía en apenas unos meses, tras los estrenos de Alumbrar (las 1.001 novias) y de esta concluyente Cortar (las 1.001 novias).

Sin embargo, desde su inaugural Capturar, la serie ha ido decayendo, enredada en su propia sistemática del desconcierto, el de sus actrices —y exnovias— y el del propio receptor de sus manipulaciones, el espectador. Su triple selfi cinematográfico, sin sentido del ridículo pero con algunos sugestivos juegos entre realidad y ficción, culmina en Cortar con una obra más pretenciosa, más compuesta y menos viva de lo que se pretendía, y de lo que era su película original. Aquí, salvo esa doble manipulación, en lo moral, con sus ex novias, y cinematográfica, con sus espectadores, de la lectura de antiguas cartas de amor de sus exnovias a sus subsiguientes amantes, pero con la voz de la verdadera escritora epistolar, poco más se puede entresacar de una película alargada, de un proyecto que nació juguetón y sinvergüenza pero que ha terminado siendo algo cargante.

“La labor de un director es manipular”, dice Merinero en un momento de este sucedáneo de redención amorosa en el que ya poco sorprende, sobre todo si se han visto las dos primeras entregas de la serie. De modo que la sentencia final hay que ponerla en boca de una de sus exnovias: “Fernando, mientes más que hablas”. Y eso, que en principio podría ser algo positivo para un creador, se corona como algo negativo en torno a un proyecto estirado hasta la extenuación.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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