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Champions League - Grupo d - jornada 5Así fue
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Con o sin Messi, el mejor es Ter Stegen en el Barcelona

El conjunto azulgrana alcanza la primera plaza del grupo de Champions con un empate contra la Juventus presidido por la suplencia del 10

Ter Stegen y Buffon se abrazan al finalizar el partido. En vídeo, declaraciones de Ernesto Valverde, entrenador del FC Barcelona.Foto: atlas | Vídeo: FILIPPO MONTEFORTE
Ramon Besa

A la espera de Coutinho, o de Özil, o quien decida Robert o Pep Segura, asustado como está el barcelonismo desde que perdió a Neymar y se lesionó Dembélé, necesitado de refuerzos en Europa y puede que también en la Liga, Valverde se atrevió a salir sin Messi en Turín. Nadie confía más en su plantilla que el entrenador, capaz de resguardar al 10 en el banquillo durante una hora en un escenario especialmente exigente, ante un rival rimbombante y necesitado como la Juventus y en un torneo de la altura de la Champions.

El argentino descansaba hasta ahora en el campo, especialmente reservado en los últimos partidos, espectador de los goles de Alcácer, de Paulinho o de Luis Suárez en canchas como la de Butarque, territorios que abonaban precisamente las rotaciones y hasta un respiro para el 10. Nadie imaginaba al rosarino en un banquillo tan grandilocuente como el del Juventus Stadium. Y, sin embargo, el jugador se sentó para presenciar cómo se batía el Barcelona de Valverde. El 0-0 le daba la razón al técnico cuando en el minuto 56 apareció en escena el 10. La cita quedaba a pedir de boca para Messi. Y ocurrió que el argentino no pudo marcar las diferencias, sino que fue Ter Stegen quien salvó el plan y la clasificación como líder del grupo para el Barcelona. Así que el Barça de Valverde y el Barça de Messi empataron a cero finalmente en Turín.

No es fácil mirar un partido del Barça sin Messi. No se acostumbran a jugar sus compañeros sin su referencia; no sabe muy bien cómo desplegarse el contrario; y ni siquiera el hincha local y el forastero saben qué le puede pedir a su equipo, porque la suplencia del delantero condicionó el fútbol del Barcelona y de la Juve. A la Vecchia Signora, que salió con una defensa de tres centrales, le sobraban zagueros y los azulgrana no sabían cómo enfocar hasta Buffon. No había nadie entre líneas por más que en el puesto de Messi aparecía Paulinho.

Un rival negado

Iba y venía el brasileño, sin hilo para coser al equipo, imposible que tuviera la pelota, descolgado en ataque y defensa, desfondado ante la pintoresca Juve. A los italianos no les costó pisar la cancha rival, porque había muchos barcelonistas fuera de su posición, exigidos los laterales, aislado Luis Suárez. Las transiciones de los muchachos de Allegri fueron más vertiginosas que las llegadas del Barça, falto de profundidad y de juego interior, de ingenio y de velocidad, siempre bien resguardado en cualquier caso por Ter Stegen. La vulgaridad azulgrana obligó a reparar progresivamente en la ofensiva de la Juve, invicta en los últimos 26 partidos en Turín.

Y entonces se advirtieron también las limitaciones del campeón italiano, hoy rezagado en la clasificación y en el juego respecto al Nápoles. No había manera de reconocer a ninguno de los dos equipos, desfigurados y empobrecidos, vestido el Barça como si fuera la Roma, de manera que más parecía un partido del calcio que de la Champions. No hubo más ocasión en media hora que un tiro al palo a balón parado de Rakitic. Ni siquiera Dybala, igualmente extrañado por no poder competir con Messi, podía superar la organizada defensa del Barcelona.

El argentino despertó al poco de llegar al descanso con un tiro que lamió el larguero después de una jugada que enojó a Valverde porque Deulofeu se olvidó de la marca a Alex Sandro. La ira del técnico expresó cuáles eran sus instrucciones desde que cantó el once sin Messi. El encuentro resultó insoportable hasta que calentó el 10. No hubo picos de juego y se impuso la lentitud y la sosería para desespero de la hinchada, que solo rompió a aplaudir cuando apareció en la banda Messi.

La excitación, sin embargo, duró poco, acaso un cuarto de hora, tiempo en que el azulgrana botó una falta por encima del travesaño de Buffon. La versión administrativa del 10 reapareció poco a poco, síntoma de que no pasa precisamente por su mejor momento, razón de más para entender a Valverde. Alrededor de Messi, en cualquier caso, siempre hay emoción, la posibilidad de un gol, la seguridad de un momento para un regate único, un cambio de ritmo singular, un disparo imposible para Buffon. Aunque no pasó, se intuyó, se adivinó, se presagió, como se supone a un equipo como el Barça. La Juve siempre jugó con el retrovisor puesto hasta el final, cuando asomó con un cierto vigor, envalentonada por la condición de local, momento en que Ter Stegen sacó una mano prodigiosa a tiro de Dybala.

Vive el Barça de su portero y de su defensa —han dejado el marcador a cero en sus salidas—, a la espera de Messi —inédito desde hace un año como goleador visitante—, y expectante también con los posibles refuerzos —ya sea Coutinho u Özil—, mientras atronan las goleadas del PSG y las exhibiciones del City. Valverde, sin embargo, ni se inmuta, tan valiente que deja a Messi en el baquillo del Juventus Stadium.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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