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Bruselas pide incrementos salariales para apuntalar la “recuperación incompleta” de la zona euro

Según las nuevas previsiones de la Comisión Europea, el PIB del euro crecerá este año el 2,2%, a la mayor velocidad de crucero de los últimos años

El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici.Vídeo: EFE/OLIVIER HOSLET / QUALITY
Claudi Pérez

La eurozona acelera al ritmo de la economía global. El PIB del euro crecerá este año el 2,2%, a la mayor velocidad de crucero de los últimos años, y el crecimiento se mantendrá algo más bajo, pero en torno al 2%, en 2018 y 2019, según las previsiones de otoño de la Comisión Europea. Bruselas destaca que prosigue "el ajuste de los desequilibrios" previos a la crisis, y subraya que el paro bajará por debajo del 8% en 2019, aunque con grandes diferencias entre los Estados miembros. Y aun así, hay un tono lúgubre en ese informe, herencia de una Gran Recesión que ha hecho del pesimismo una forma de vida para los economistas.

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La recuperación es aún "incompleta" y está plagada de fenómenos "atípicos", según Bruselas. La inversión no termina de recuperarse. No hay inflación ni incrementos salariales dignos de ese nombre. Y la retahíla de riesgos es formidable: en el exterior, las tensiones geopolíticas y el endurecimiento de las condiciones financieras por el cambio de sesgo de las políticas monetarias, especialmente en Estados Unidos; en Europa, un Brexit cada vez más embrollado, la apreciación del euro (que dificulta las exportaciones continentales), la aparición de burbujas inmobiliarias y tensiones políticas como el desafío independentista catalán. Bruselas cree que Cataluña puede tener impacto en el crecimiento de España, pero ese riesgo aparece también mencionado para el conjunto de la economía europea.

Las recetas de Bruselas no cambian. Aquí y allá, la Comisión exige reformas y recomienda políticas fiscales rigurosas. Pero el informe contiene alguna novedad en un tono inhabitualmente keynesiano: el economista jefe de la Comisión, el italiano Marco Buti, asegura que elevar los salarios "sería importante para la sostenibilidad de la expansión económica" de la zona euro. Bruselas subraya que la inflación y los incrementos salariales no aparecen en los radares estadísticos, en parte por el bajo crecimiento de la productividad y porque el subempleo es la norma desde Alemania (con los minijobs) hasta España. Pero añade una dinámica más preocupante: los agentes económicos están incorporando a sus expectativas la bajísima inflación. Las tensiones deflacionistas han desaparecido por las políticas extraordinarias de Mario Draghi y su BCE. Pero los índices de precios malviven en una extraña anemia que impide una recuperación completa.

El título del informe de otoño resume a la perfección el momentum de la economía europea: "El crecimiento continúa en un contexto político cambiante". En las constantes vitales de la economía europea ha desaparecido el estrés de los últimos años: los déficits públicos han caído a plomo, el crecimiento se sitúa en torno a un cómodo 2%, el paro baja claramente del listón del 10% y los indicadores de "sentimiento económico" entre la industria y los consumidores muestran un moderado optimismo. Pero la Gran Recesión parece tener más de siete vidas.

El legado de la crisis sigue pesando: Europa es un continente viejo, muy endeudado y del que ha desaparecido la inflación, cuyo aumento era el principal dolor de cabeza hace 20 años y cuya ausencia es ahora el principal misterio. Y, más allá de la economía, la Gran Crisis ha entrado de lleno en una etapa política. Fuera de Europa sigue habiendo tensiones geopolíticas (la principal, en la península de Corea) y miedos tanto a los efectos de la política económica de Estados Unidos como a la fragilidad financiera en China, con una deuda pública y privada gigantesca. Y en el continente, los populismos amenazan (aunque no han terminado de golpear ni en Holanda ni en Francia ni en Alemania; la próxima estación es Italia), el Brexit pinta en estos momentos mal o muy mal. Y Europa se tienta incluso los viejos ropajes del nacionalismo.

Cataluña es el principal riesgo para España. Pero aparece también entre las incertidumbres continentales: "Las reacciones de los mercados a los acontecimientos recientes en Cataluña han sido comedidas, pero hay riesgo de que futuros desarrollos puedan impactar en el crecimiento económico", repite en dos ocasiones el informe. Una de ellas, en el apartado dedicado a España. Pero la segunda, en el capítulo sobre la eurozona. "Cataluña es un asunto interno", reitera una y otra vez la Comisión por el flanco del problema político. Pero sus consecuencias económicas van más allá de los Pirineos.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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