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Charles Michel: “Puigdemont debe responder de sus actos”

Los socialistas valones reprochan al Gobierno que no condene el referéndum inconstitucional

El primer ministro Charles Michel durante un momento del debate.Vídeo: ERIC VIDAL (REUTERS) / epv
Álvaro Sánchez

La crisis catalana adquiere rango de problema interno belga. Si tras la llegada de Carles Puigdemont a Bruselas quedaba alguna duda de sus posibles efectos para la estabilidad del ejecutivo, este miércoles se han disipado. La comisión de interior del Parlamento federal ha discutido la posición que debe tomar el Gobierno ante la cuestión. En un tono emocional, con continuas referencias a la violencia policial del 1-O, el primer ministro Charles Michel, el único mandatario europeo que no cerró filas con Mariano Rajoy tras el referéndum, ha afrontado un formidable bombardeo de preguntas que le pedían precisamente lo que ha querido evitar desde el principio: tomar partido entre independentismo y unidad de España, entre Puigdemont y Rajoy, entre condenar los encarcelamientos o respetar la legalidad.

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El primer ministro ha salido del paso recordando que la llegada de Puigdemont a Bélgica es la de un ciudadano comunitario más que utiliza la libre circulación. Con los mismos derechos y deberes que el resto, también en lo que respecta a sus obligaciones frente a la justicia: "Puigdemont es un ciudadano europeo que debe responder de sus actos como cualquier otro. Sin privilegios ni como un 'subciudadano'".

Michel quiso pasar la pelota a las instituciones europeas citando a Puigdemont. Este aclaró que la elección de Bruselas como destino de su escapada se debió a su condición de corazón de Europa y no, como podía pensarse, a las mayores probabilidades de obtener asilo o al aliento de sus aliados nacionalistas flamencos de la N-VA —algunos de sus miembros fueron jaleados en el acto de este martes con 200 alcaldes—. Pero no todos en la cámara compartían su visión. Los socialistas valones recriminaron la tibieza de Michel y se erigieron como la fuerza más crítica con el independentismo. "Es una crisis belga porque no ha condenado el referéndum inconstitucional y porque ha llamado a sus ministros a la discreción pero no le han hecho caso. La N-VA tiene el megáfono y eso convierte a Bélgica en rehén del separatismo", ha reprochado la diputada socialista de origen asturiano Julie Fernández.

La cabeza del Gobierno belga se ha mostrado hasta ahora incapaz de evitar las salidas de tono de los miembros de su gabinete. "Como entrenador del equipo ha perdido el control sobre sus jugadores", ha espetado un parlamentario ante las repetidas críticas de miembros del Gobierno a España en las últimas semanas. Las diatribas han llegado desde múltiples frentes. Jan Jambon, nacionalista flamenco, ministro de Interior: "España ha ido demasiado lejos. En Cataluña solo aplicaron el mandato de sus electores". Theo Francken, del mismo partido, titular de Inmigración: "Los catalanes que se sienten políticamente amenazados pueden solicitar asilo en Bélgica". También ha habido mensajes (minoritarios) menos amables con la huida de Puigdemont. Kris Peeters, democristiano flamenco, viceprimer ministro: "Cuando alguien llama a la independencia, debería quedarse con su pueblo".

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Flandes rechaza pedir que se reconozca la independencia de Cataluña

La extrema derecha flamenca del Vlaams Belang ha fracasado este miércoles en su intento por sacar adelante en el Parlamento flamenco una moción para pedir al Gobierno belga que reconozca a Cataluña como estado independiente. El partido xenófobo, con escasa representación en la Cámara, reclamaba "instar al Gobierno federal a reconocer a Cataluña como un Estado independiente soberano". El texto también llamaba al Ejecutivo federal a "condenar inequívocamente la represión española contra el esfuerzo independentista catalán".

En medio de ese intercambio de recados públicos, Michel ha negado la mayor. "Hay una crisis política en España y no en Bélgica". Ha situado a España y no a los líderes independentistas como único interlocutor válido. Y ha reiterado su llamada al diálogo para resolver la crisis catalana. Michel, liberal francófono, habla desde una posición compleja. Entre la espada y la pared. Quiere ahuyentar un renacimiento de los fantasmas independentistas en Bélgica sin disgustar a sus socios de gobierno nacionalistas —los más votados del país—. A la vez, trata de esquivar la crisis diplomática con España, bordeada ya en varias ocasiones desde el referéndum.

Cataluña eleva el tono de las pasiones en Bélgica hasta el punto de que durante el debate se rescató del baúl de la historia el oscuro pasado colaboracionista con los nazis de un sector del nacionalismo flamenco. O los tiempos en que el presidente de la N-VA, Bart de Wever, el gran aliado de Puigdemont, estrechaba la mano del ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen.

La oposición también criticó las contradicciones del responsable de Inmigración, Theo Francken, duro frente a los inmigrantes y refugiados, receptivo con Puigdemont. "Para tener asilo en Bélgica es más fácil venir de Cataluña que de Irak o Darfur", le ha reprobado el ecologista Benoit Hellings. El diputado fue uno de los más irónicos. "Han dado un empujón al turismo en Bruselas, sobre todo ayer. Gracias por eso", dijo en referencia al aterrizaje de casi 200 alcaldes en la capital belga para arropar a Puigdemont.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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