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Una joya del barroco mexicano a prueba de terremotos

Tras el último sismo, los restauradores trabajan a contrarreloj para la reapertura la iglesia de Santa Prisca de Taxco, emblema del arte novohispano

David Marcial Pérez

Debajo de la cúpula, en el rectángulo donde los domingos se sientan las quinceañeras, los bautizos y las comuniones, hay un andamio de 19 metros de alto. Un operario vestido de azul y rojo trepa como Spiderman por las barandas metálicas. Hasta casi mirarle a los ojos al San Pedro dorado de unos 259 años que corona el retablo mayor. Está apuntalando las vigas blancas del crucero y la taladradora suena a eco en la casa vacía de Dios.

El párroco de Santa Prisca de Taxco, oeste de México, lleva más de un mes sin poder dar misa en su templo, una de las joyas del barroco novohispano. Por sus dimensiones: dos torres churriguerescas de 40 metros, nave, crucero y cúpula de ocho gajos decorada con un mosaico exterior. Por la calidad de su patrimonio: nueve retablos de enebro bañados en hoja de oro del español Luis de Balbás y 18 lienzos del oaxaqueño Miguel Cabrera. Y sobre todo porque es una de las pocas iglesias de mediados del siglo XVIII que se conservan intactas.

“Aquí vienen japoneses, italianos, alemanes, españoles y hasta costarricenses”, decía este miércoles el párroco Osvaldo Gómez, con un punto de sorpresa por el último nombre de la lista. En el norte del convulso estado de Guerrero –uno de los más pobres y violentos, granero de opio y mariguana–, Taxco es un oasis colonial. Levantada a 1.500 metros sobre el mar en una ladera serrana de origen volcánico, con calles de empedrado y casas encaladas, las dos mayores atracciones para el turismo son legados virreinales: la iglesia, que está en proceso de ser aceptada como patrimonio histórico de la Humanidad, y las minas de plata, que han convertido el centro de la ciudad en un bazar de bisutería.

Conservadores limpiando uno de los retablos de Santa Prisca
Conservadores limpiando uno de los retablos de Santa Prisca

El martes 19 de septiembre, cuando la tierra tembló con una fuerza de 7.1, el párroco estaba en la casa contigua a la iglesia. Entró a la carrera porque había fieles en el templo. Cachos de pintura y de cornisa cayeron al suelo. Algunos pináculos de la fachada se desprendieron hacia la calle y el techo se llenó de grietas. A partir de ese día, Santa Prisca permanece cerrada.

“La maestría arquitectónica y la solidez de la piedra, cantera rosa de la región, han logrado que el edificio no se venga abajo”, explica Arturo Balandrano, Coordinador Nacional de Monumentos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que ha desplegado a un equipo de 50 personas para la rehabilitación. Sólo en Guerrero, casi un centenar de monumentos históricos han sido golpeados por el sismo. Casi todos, más modernos que Santa Prisca, y casi todos con daños estructurales más graves que la joya barroca.

El mayor riesgo ha sido el agua. Los días siguientes al terremoto se desataron fuertes lluvias en la zona. Algunas grietas en las paredes donde se amarran los retablos alcanzaban los 40 centímetros de ancho. “La primera medida fue calafatear las grietas con material impermeable para que la humedad no dañara la madera”, apunta Balandrano. Durante los trabajos de su equipo se resguardaron nueve lienzos y cinco esculturas, se limpiaron 500 metros cuadrados de patrimonio, se retiraron 60 kilos de polvo de los retablos y se sellaron 86 metros de grietas y fisuras en las bóvedas. Además, han colocado un túnel de 16 metros para la seguridad de los peatones. El monto total de las obras rondará los 500.000 dólares.

¿Cómo se explica que se levantara una iglesia tan monumental y extraordinaria en Taxco, un pequeño pueblo minero a 200 kilómetros de la capital, que a mediados del XVIII aún no tenía importancia ni social ni económica? La respuesta se llama José de la Bordá, un buscavidas francés que llegó a México con 16 años para trabajar con su primo en las minas de Guerrero. Explotando la plata y a los trabajadores indígenas se convirtió en una de los hombres más ricos de Nueva España, según la historiadora Elisa Vargas Lugo de Bosch, “el Fénix de los mineros ricos de América”. En 1751, uno de sus hijos se había ordenado sacerdote y como regalo decidió construirle una esplendorosa iglesia barroca.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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