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Columna
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Podemos: debacle territorial

La combinación entre verticalidad y horizontalidad en Podemos convierte a Iglesias en una especie de dictador en una confederación de taifas

Xavier Doménech y Pablo Iglesias charlan en una reunión de Podemos este lunes.Vídeo: Julián Rojas Quality
Jorge Galindo

Que la izquierda en España se partía por las fronteras era algo que ya sabíamos todos. Menos Pablo Iglesias, por lo visto. En el último mes, Unidos Podemos ha visto descender su estimación de voto al entorno del 17%, desde el 21% que obtuvo el 26J. Más grave que eso es la crisis que se ha abierto en su organización. Solo el pasado domingo una corriente (Anticapitalistas) reconoció implícitamente la República catalana, para después tener que retractarse pero sin atreverse a dejar de reconocerla; mientras, dos de los referentes de dicha corriente (andaluces: Teresa Rodríguez y José María González ‘Kichi’) se desmarcaban del ambiguo reconocimiento. Al mismo tiempo emergían voces dentro de Podemos que invitaban a marcharse a quienes no compartiesen la línea oficial del partido, contra la independencia. Y para rematar la dirección de Podemos intervino su sección catalana, que en manos de Albano Dante-Fachín había tomado una deriva muy cercana al independentismo.

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¿No supo anticipar Iglesias que todo esto iba a suceder, o la debacle era inevitable? Es cierto que en situaciones de polarización como la actual sale perdiendo quien toma una posición intermedia. Además, el PSOE, experimentado navegante de tensiones internas causadas por diferencias territoriales, deja poco espacio en la izquierda netamente antiindependentista, como también lo hace el PSC en Cataluña. Así que no quedaba mucho espacio. Para Iglesias, convertirse en una especie de nueva IU en términos nacionales habría tenido un coste importante en aquellos lugares que son parte imprescindible de su base de votos: las autonomías con mayor pulsión descentralizadora.

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Todo ello no exime a la dirección del partido morado de responsabilidades. Por ejemplo, no cabe ignorar la dimensión organizativa: cuando pudo escoger, Iglesias se decidió por verticalidad en Madrid y asociaciones horizontales mezcladas con presencia propia en Galicia, País Vasco, Cataluña y la Comunidad Valenciana. El PSOE, por el contrario, mantiene una estructura federal.

Es cierto que ambas organizaciones están sometidas a tensiones similares, y en cierta medida la existencia de Podemos ha reducido los problemas internos del PSOE al absorber para sí los más descentralizadores de sus votantes. Pero la combinación entre verticalidad y horizontalidad en Podemos convierte a Iglesias en una especie de dictador en una confederación de taifas que no controla por completo, donde las negociaciones entre las distintas sensibilidades se vuelve mucho más desordenada y las probabilidades de rupturas severas se incrementan. El federalismo del PSOE, por el contrario, establece canales claros y conocidos por todos para canalizar dichas tensiones. Dicho de otra manera: si incluso en una estructura probada y preparada como la socialista el temporal territorial estuvo a punto de partir al partido en dos, imaginemos lo que puede hacer con una nave nueva e inexperta como Podemos.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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