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LaLiga Santander jornada 10
Athletic
Athletic
0 2
Finalizado
Barcelona
Barcelona
Messi 36'Paulinho 91'

Messi ilumina a un Barcelona terrenal

El Athletic, en su mejor versión de la temporada, merece más pero choca con la inspiración del delantero azulgrana y un magnífico Ter Stegen

FOTO: Messi, rodeado de jugadores del Athletic. / VÍDEO: Rueda de prensa tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: VINCENT WEST (reuters) / atlas

El partido era una tentación para el adocenamiento, como esas tardes grises y lluviosas en que no apetece salir de casa. Con el centro del campo tan poblado, con futbolistas tan pegajosos y laborantes, el Barça sin extremos, el Athletic sin continuidad, el fútbol se movía como un petrolero en un riachuelo, sin sitio para maniobrar, sin espacio para correr. Era una buena noticia para el Athletic, que se sentía jugando de igual a igual. No era el hijo de un dios menor cuando buena parte de la parroquia de la Catedral estaba dejando de creer en ese dios tras los malos resultados. Incluso el Barça se asomó al partido sumando errores en el pase que le hacían más terrenal que de costumbre. Buenas noticias para San Mamés, que, sin tocar el cielo, al menos salía del infierno. El Barça colocaba en las bandas a Rakitic y André Gomes como guardianes de las anunciadas subidas de Sergi Roberto y Jordi Alba. Pero no había nada que guardar ni nada que subir. El Athletic se apuntó a la tarea de apresar a Busquets para cortar la boca de riego, a sabiendas de que sin Iniesta, el riesgo de sequía era más que evidente.

Como si alguien hubiera tocado la campana, al cuarto de hora se inició el recreo. Todo el sopor se convirtió en algarabía, en el desorden de los juegos infantiles. Lekue disparó y el balón dio en el brazo de Umtiti —impecable, impagable—. Ahí comenzó el partido: Aduriz cabeceó un centro de Williams y Ter Stegen le respondió sin dudar. Williams malgastó una jugada de estrategia a balón parado por exceso de ahínco. Y Aduriz se plantó solo ante el portero alemán y falló el disparo, sí, Aduriz, aunque Ter Stegen puso lo suyo de su parte para evitar el gol. Entre las ocasiones de Lekue y la de Aduriz habían pasado cinco minutos en los que tembló el Barça. Pero también despertó a la bestia que dormía a la espera de la caza.

A un Barça tan terrenal solo podía salvarle un dios mayor, alguien capaz de parecer que no está aunque todo el mundo sepa que ha venido y que se le espera saliendo de cualquier callejón oscuro. Messi iluminó al Barça con un triángulo junto a Paulinho y Luis Suárez pero le sobró un arabesco ante Kepa, y su remate con la derecha, a dos palmos del gol, se topó con el poste. Fue el anuncio de su corte celestial en un encuentro tan pegado al terreno. Al segundo tiempo le llegó el gol. Otra diagonal de Messi con Jordi Alba cuyo centro lo mandó a la red el 10, que supo en todo momento qué iba a hacer su compañero y dónde la iba a poner. Su disparo fue eléctrico, pero Kepa se chamuscó los dedos: era un remate parable de un futbolista imparable. Era el turno del Barcelona, o sea de Leo Messi, ayudado por la movilidad de Luis Suárez, más solidario que rematador. Y así Paulinho disparó al larguero tras una pared con... Messi.

Se acabó el recreo para el Barça, aunque el Athletic se quedó en el patio. La segunda mitad del equipo de Valverde resultaba tan funcionarial como grisácea. Bien la defensa, mal el centro del campo, nulo el ataque. Se ahogó Paulinho, incapaz de asomar la cabeza en el partido, André Gomes era una sombra de sí mismo, Busquets se refugió en tareas defensivas y a Leo Messi le debió de parecer que su concurso no era urgente todavía.

Parte de buena culpa la tuvo el Athletic, intenso como no lo ha estado en toda la temporada, pertinaz como un perro de caza, ganándole metro a metro al Barça de su territorio. Sonaba a gol épico del conjunto de Ziganda, gol en tromba si fuera necesario a pesar de los desaciertos de Williams o alguna candidez de Córdoba. Cuando Raúl García cabeceó al larguero, al Barça le temblaron las piernas. Acababa de arrancar la segunda mitad y amenazaba tormenta en San Mamés, pero también se anunciaban chubascos en Bilbao y no cayeron ni cuatro gotas. Era un Barça muy humilde el que se enfrentaba a un Athletic muy visceral y en ese duelo sentía el Athletic que podía mover el árbol de los frutos. Pero Umtiti no lo permitía, eficaz en el cruce, en la adivinación de la jugada, y mucho menos Ter Stegen con cuatro intervenciones mágicas, la última a un remate de Aduriz de nuevo, que le resarcieron de algunos viejos errores en San Mamés.

Y cuando se esperaba que lloviera café en el campo, llegó el gol de Paulinho, el típico gol que se consigue en base a la desesperación del rival volcado en la otra portería y con las puertas abiertas de la suya. Otra vez intermedió Messi. Pero ya fue una anécdota, un excesivo castigo para el Athletic, un excesivo premio para el Barcelona.

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