_
_
_
_
_

Trump se aparta de la línea negociadora y apuesta por “hacer lo que hay que hacer” con Corea del Norte

El presidente se desmarca en Twitter de la apertura de diálogo preconizada por su secretario de Estado

Jan Martínez Ahrens

Si hubo una luz, Donald Trump se encargó de apagarla. En dos tuits demoledores, el presidente de EE UU se apartó este domingo de la vía negociadora con Corea del Norte que auspicia su secretario de Estado, Rex Tillerson. “Le he dicho que está perdiendo el tiempo negociando con el pequeño hombre cohete [Kim Jong-un]. Guárdate la energía Rex, haremos lo que tenemos que hacer”, afirmó el mandatario en una inquietante alusión al empleo de medidas más drásticas.

Más información
Washington mantiene “dos o tres” canales de comunicación con Pyongyang
Bombarderos de EE UU rozan el territorio norcoreano
Trump ordena estrangular la economía de Corea del Norte

La tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte está alcanzando su punto de ebullición. Tras detonar a principios de septiembre una bomba de hidrógeno en el subsuelo, el régimen de Pyongyang tensó las cuerdas al probar un misil balístico en cielo japonés y anunciar poco después que pretendía hacer un ensayo atmosférico de su mayor arma de destrucción masiva.

Fiel a su estilo, Trump respondió elevando el tono. Amenazó ante la Asamblea General de la ONU con “destruir completamente” Corea del Norte, ordenó una potente tanda de sanciones y remató el cerco con el envío de bombardeos B-1B, con capacidad nuclear, a las proximidades de la frontera.

A cara de perro, estas demostraciones de fuerza vinieron acompañadas de una escalada verbal que retrata a sus protagonistas. Mientras Trump caricaturizó al Líder Supremo de “hombre cohete en misión suicida”, Kim Jong-un llamó al presidente de la nación más poderosa del mundo “viejo chocho y desequilibrado”, y su ministro de Exterior afirmó que tomaba las palabras del mandatario estadounidense como una “declaración de guerra”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En este escenario, más propio de una mala comedia que de un conflicto con armas nucleares de por medio, se hizo una luz el sábado pasado cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, admitió que Estados Unidos y Corea del Norte mantenían tres canales de comunicación abiertos y que incluso se estaba sondeando la disposición de Kim Jong-un a abrir conversaciones sobre el programa atómico. “Lo estamos evaluando, así que permanezcan atentos”, avanzó un prometedor Tillerson.

Sus palabras venían avaladas por un contexto favorecedor. Estaba de visita oficial en China, el país que absorbe el 90% de las exportaciones de Corea del Norte y que en las últimas semanas ha virado hacia posiciones cada vez más duras con Pyongyang. No solo ha votado en la ONU a favor del embargo a las exportaciones norcoreanas de textil y la limitación del suministro de crudo, sino que unilateralmente ha anunciado nuevas restricciones a las ventas de combustible a su vecino y ha concedido un plazo de 120 días a las empresas y joint-ventures norcoreanas para que cesen sus actividades en el territorio chino.

Pero esta estrategia de presión sancionadora y apertura de conversaciones que preconiza el Departamento de Estado ha chocado ahora públicamente con el escepticismo del presidente. Sus tuits, una vez más, tiran por la borda los esfuerzos diplomáticos de sus colaboradores o por lo menos los ridiculizan. La idea de que toda conversación es estéril y de que solo la mano dura dirimirá el pulso está profundamente anclada en Trump. Y de momento, no hay variación. "Ser simpático al Hombre Cohete no ha funcionado en 25 años. ¿Por qué tendría que funcionar hoy? Clinton fracasó, Bush fracasó y Obama fracasó. Yo no fallaré", remachó el presidente en un tuit.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_