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El año del terror en Italia

La serie '1993' continúa el relato de los años en los que el país transalpino se rebeló contra la clase política

Guido Caprino como Pietro Bosco en '1993'.
Daniel Verdú

El 30 de abril de 1993 una multitud a las puertas del hotel Raphael, en el centro de Roma, lanza monedas y billetes de 1.000 liras a Bettino Craxi, ex primer ministro, secretario general del Partido Socialista Italiano (PSI) y amigo íntimo de un tal Berlusconi. El Parlamento acababa de salvarle de la investigación de cuatro de las seis imputaciones por financiación ilegal y antes de que le retiren el pasaporte habrá huido a Túnez. En el mismo hotel, Leonardo Notte, protagonista de 1993, pronuncia las palabras de George Jacques Danton antes de ser guillotinado para inaugurar la segunda temporada de la ficción que estrena Movistar Series (jueves, 22.30 y en vídeo bajo demanda): “Qué importa si muero, he gastado bien mi dinero , hice un buen trabajo, he acariciado a muchas mujeres. Vamos a dormir”.

La lógica cronológica de la Revolución Francesa sirve también para explicar aquella época que vivió Italia: Revolución, terror y restauración. Un periodo en descomposición en el que se liquidaron 50 años de Democracia Cristiana y los ciudadanos asistieron al fulgurante ascenso de Silvio Berlusconi, un astuto empresario que supo aplicar la estrategia publicitaria a la política y puso al país al servicio de sus negocios. Tres años que volarían por la aires el viejo régimen e inaugurarían un laboratorio político de magnates convertidos en presidentes y populismos de baja intensidad. Y todo ello 20 años antes que en el resto del mundo: la era del Bunga-Bunga. “Es cierto, somos la vanguardia de la peor política”, bromea Ludovica Rampoldi, guionista de 1993.

Comenzaba así una revuelta en las calles contra la corrupción, que llevaba cociéndose algún tiempo en silencio en los juzgados bajo la batuta del fiscal Antonio di Pietro —clave en el aquel periodo y en la serie— en el proceso de Mani Pulite (Manos limpias). Los máximos exponentes de la clase política fueron cayendo como fichas de dominó, la mafia y la ultraderecha sembraron las calles de terror y bombas, La Liga Norte creció al calor de su grito de guerra “Roma Ladrona” y solo un viejo tahúr milanés supo leer correctamente aquel vacío de poder.

Dentro del agujero negro en el que Italia se dispone a cambiar de régimen, una estrella de la televisión, un emergente miembro de la Liga Norte —a la sombra todavía de Umberto Bossi—, un ayudante del fiscal Di Pietro y una joven empresaria manejada por la mafia se agarran como pueden a un mundo que el huracán de la Segunda República —como se conoce popularmente a la siguiente etapa política— está a punto de barrer. Toda Italia tiembla en 1993. Menos una persona.

Berlusconi, una figura desenfocada y en segundo plano en 1992, es una de las novedades de la serie. Rampoldi, que se reunió con Il Cavaliere durante los preparativos de la nueva temporada, se aleja de cualquier juicio. “Se encuentra en la vigilia de una gran decisión para él. Duda mucho. Es un hombre acostumbrado a ganar, pero siente que eso podría no volver a pasar. Tiene miedo de perder empresas si la izquierda gana y decide asumir en primera persona la batalla”. Justo el momento en que el protagonista de la serie, una ambicioso publicista (interpretado por Stefano Accorsi) que trabaja para Publitalia ‘80, una de las compañías de Berlusconi —dirigida por Marcello Dell’Utri, hoy en la cárcel por delitos de asociación mafiosa— comienza a diseñar al nuevo candidato.

Pero la fuerza del Berlusconi real, un descomunal personaje en sí mismo, es tan complicada de trasladar a la ficción —Sorrentino está embarcado en una empresa similar con su actor fetiche, Toni Servillo— que era mejor no buscar un clon. Uno de los grandes logros de la serie es, además, alejarse de todo juicio moral a sus personajes. Rampoldi, guionista también de la exitosa Gomorra, cuenta ese proceso. “Hemos construido un retrato humano sin prejuicios, sin pensar en el Berlusconi que hoy conocemos: un empresario de éxito que en 3 meses puso en pie un partido y se presentó a las elecciones. Y eso se tiene que contar como algo eufórico, porque el protagonista es el que cabalga en esa empresa”. Tras la euforia, los círculos políticos de Roma se llenaron de gente desconocida, Italia abandonó la calle, se acomodó en el salón de casa y encendió el televisor.

La edad de oro de las series italianas

Italia ha pasado en 10 años de adaptar series españolas a producir y exportar —1992 se ha vendido a 100 países— algunos de los mejores productos que pueden verse en la televisión hoy. El punto de inflexión fue Romanzo Criminale, la fantástica historia en dos temporadas de la Banda della Magliana. Un grupo criminal que se hizo con el control de la criminalidad de Roma entre mediados de los 70 y comienzos de los 90 y sobre el que gravitaron todas las conspiraciones recientes. Pero luego llegó Gomorra, 1992, Young Pope… La próxima en presentarse será Suburra, producida por Netflix, y cuyo estreno está previsto para el 6 de octubre.

Una de las claves de la emergencia seriéfila puede encontrarse también en la etapa que explica 1992, según una de sus guionistas. "Ahora tenemos una competencia con los productos estadounidenses que te obliga a aumentar la calidad. Durante 20 años no fue así, y comprábamos fórmulas extranjeras como si no tuviéramos ideas. Aquí la televisión era un monopolio: la tele del Berlusconi empresario y la del Berlusconi primer ministro. De modo que no había mucha experimentación".

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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