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No hay mujeres tras las cámaras de Venecia

Vivian Qu, única cineasta en la competición por el León de Oro, evidencia la ausencia de directoras en el certamen y en la industria

Un fotograma de 'Angels Wear White'. / Tráiler de la película.

Ella sola no basta. Necesita escoltas. “A las reuniones me llevo a mi productor y al responsable de financiación, hombres, para validarme. Es humillante, pero es así”, contaba Peggy Johnson, directora de Loft Cinema, una sala de cine de Tucson, en EE UU, y del festival homónimo. Al otro lado de la mesa, encuentra a más hombres. Números y relatos van en la misma dirección: inversores, distribuidores, guionistas y directores dominan un sector masculino en lo ejecutivo y en lo creativo. Por eso el festival de Venecia celebra encuentros como Women in Film Industry, donde Johnson relataba su experiencia. Aunque la Mostra es otro ejemplo de la desigualdad: Vivian Qu, con Angels Wear White, es la única mujer que opta hoy al León de Oro —con ciertas esperanzas, según las quinielas— entre 21 filmes. De los 79 de las principales secciones, 12 tienen directora: solo un 15,1% representa a la mitad del mundo.

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“Es incontestable que el número de películas dirigidas por hombres sigue siendo mucho mayor. Debemos hacer más esfuerzos para que las mujeres asuman un papel creativo más importante”, explicaba ayer Qu. El Centro del Estado de San Diego para el Estudio de las Mujeres en Televisión y Películas calcula que solo el 7% de los 250 filmes más taquilleros en EE UU en 2016 tenía directora.

Tal vez los datos mejoren este año, gracias a Wonder Woman, la superproducción de Patty Jenkins. Para Johnson, ahí empieza la solución: “Si las mujeres dirigen grandes filmes de Hollywood el mensaje cunde en el público”. Pero, ¿hay que escoger antes a una directora? “No. Sí se puede analizar la elección. Cuando un productor apuesta por un director le pregunto: ‘¿Por qué?”, contaba Christine Berg, jefa de Operaciones del FFA, el instituto para la financiación del cine alemán.

Los debates se celebran desde hace años. Los hechos, sin embargo, avanzan menos rápidos que las palabras. “No es algo que tenga que resolver un festival", defiende Alberto Barbera, director de La Mostra. Aunque un estudio del mismo centro de San Diego que analiza 23 festivales de EE UU muestra que seleccionan tres veces más películas de hombres que de mujeres. "Plantear cuotas para las mujeres, si los filmes no son buenos, solo les hace daño. El problema es que tienen dificultades enormes para que les financien una película, los productores han de superar el prejuicio machista”, insiste Barbera. El director de La Mostra tiene una propuesta tan atrevida como, quizás, utópica: “La mejor manera de hacer una selección para un festival sería sin títulos de créditos; una cata a ciegas, para que nada influya en la decisión. No sé si es posible”.

Las cuotas, en todo caso, no cosechan muchos consensos. Las invitadas de Women in Film Industry las rechazaron. Qu, también: “Ninguna cineasta seria aceptaría formar parte de ellas. Yo creo que, como directora, puedo parecerme más a ciertos hombres que a cualquier mujer. En ese sentido, el género me parece irrelevante”. Una opinión que compartió Annette Bening, primera mujer en 11 años en presidir el jurado de Venecia. “No he contado cuántos filmes tienen directora, no lo miro de esa manera. Tenemos que ser sagaces y creativas en los proyectos que escogemos. El machismo existe, sin duda, pero las cosas están cambiando”, defendió.

Por lo menos en la pantalla, varios filmes de Venecia han tratado de darle la razón. De Frances McDormand, la valiente madre de Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri, de Martin McDonagh, a la vietnamita Hong Chau, descubrimiento de Una vida a lo grande, de Alexander Payne, La Mostra ha puesto bajo sus focos a varias protagonistas. La Semana de la Crítica, único apartado del festival donde los filmes de hombres son minoría, premió ayer Team Hurricane, una película danesa realizada exclusivamente por mujeres. Y el filme de Qu, sobre un caso de abusos sexuales a dos niñas de 12 años, está narrado a partir de un doble punto de vista: una de las víctimas de la agresión y la recepcionista adolescente que trabaja en el motel donde esta tuvo lugar. “Esta es una historia sobre mujeres, sobre las elecciones que se nos permiten y sobre el coraje que implica tomar otras distintas”, explica la directora. Además, McDonagh relataba a este diario el orgullo de centrar su filme en una mujer “fuerte y de la clase obrera, algo no tan común”. Y para Matt Damon, que comparte protagonismo con Chau en Una vida a lo grande, su brillo es la demostración de que “lo que falta son oportunidades”.

Qu ha conseguido una especial: su película se estrenará en las salas chinas, algo que hubiera resultado difícil, según la directora, hace algunos años, teniendo en cuenta su argumento y el hecho de que sus protagonistas son, casi exclusivamente, niñas y mujeres. “El gusto del público chino evoluciona y cambia año tras año. Las películas comerciales han tenido mucho éxito en los últimos años, pero la monotonía ha terminado provocando un cansancio. Se ha abierto una brecha que ha permitido la diversificación”. Ahora falta que se amplíe.

Tres retratos de mujer (con hombre al fondo)

ÁLEX VICENTE

La sección oficial de la Mostra se cerró ayer con tres retratos femeninos, aunque los tres estén dirigidos por hombres. El primero es Hannah, del italiano Andrea Pallaoro, austera inspección de la psicología de una mujer madura que debe superar una tragedia familiar que ha puesto patas arriba toda su existencia. La interpreta Charlotte Rampling, con rictus trágico y su maestría habitual, en una exhibición parecida a las demostradas en Bajo la arena o 45 años. Preguntada sobre la escasa presencia de mujeres en la competición veneciana, la actriz británica le quitó hierro al asunto. "No sé cuál es problema. Las mujeres tienen muchas libertades, incluida la de hacer películas. Si una mujer quiere hacer una película, puede. Después tiene que luchar por ello, pero todos debemos luchar por ciertas cosas", respondió Rampling.

Por su parte, la francesa Léa Drucker protagoniza Jusqu'a la garde (Custody), que relata la guerra de un matrimonio divorciado por la batalla por la custodia de su hijo. Dirigida por el debutante Xavier Legrand, nominado al Oscar por uno de sus cortos, este filme irregular se beneficia de la presencia de su protagonista. Drucker presta su rostro perplejo y melancólico a un personaje algo borroso, víctima de la violencia de género, al que la actriz logra dotar de entidad.

Por último, el director belga Michaël Roskam, descubierto en 2011 con la visceral Bullhead, ofrece un nuevo papel protagonista a Adèle Exarchopoulos, la gran revelación de La vida de Adèle. El resultado se titula Le fidèle (Racer and the Jailbird), una historia de amor y enfermedad que protagonizan una piloto de Fórmula 1, a la que da vida Exarchopoulos, y un seductor gánster interpretado por Matthias Schoenaerts. Tiene excelente factura y sentido del ritmo, pero también poca sustancia.

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