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Trump dice que indultará a Arpaio: “No lo puedo decir hoy, pero va a estar bien”

El presidente se rodea de sus seguidores más acérrimos para lanzar un ataque furibundo contra la prensa por la polémica de Charlottesville

Donald Trump aparece sobre el escenario en Phoenix, el martes.
Pablo Ximénez de Sandoval

Donald Trump dio un mitin este martes para una campaña electoral que acabó hace 10 meses. En Phoenix, Arizona, el presidente de Estados Unidos se rodeó de miles de sus seguidores más acérrimos para dar rienda suelta al provocador permanente que lleva dentro durante casi hora y media. Atacó a la prensa de manera furibunda, incluso para su estándar, y la hizo responsable de la polémica por su reacción a los disturbios de Charlottesville entre neonazis y manifestantes. En el mismo acto en el que se defendía de las acusaciones de racismo, dejó claro que piensa otorgar un indulto al sheriff Joe Arpaio, la personificación del racismo contra los inmigrantes en Arizona.

“¿A quién le gusta el sheriff Joe aquí?”, preguntó Trump antes miles de personas en el Centro de Convenciones de Phoenix. El público enloqueció. “Le condenaron por hacer su trabajo. Pero creo que le va a ir bien. No lo puedo decir esta noche porque no quiero crear polémica”. Con estas palabras, Trump dejaba claro que piensa indultar al sheriff que durante años personificó la persecución racista contra los inmigrantes irregulares en el condado de Maricopa, Arizona.

Arpaio fue condenado por desacato el pasado mes de julio por una juez federal. Se negó a cumplir una sentencia en la que otro juez le obligaba a dejar de parar personas por el color de su piel para ver si son inmigrantes irregulares. Se enfrenta a una posible sentencia de seis meses de cárcel. Entre los grupos de defensa de los inmigrantes no hay persona más odiada que Arpaio. El indulto, de producirse, sería un insulto mayúsculo. Arapaio, que en cuestiones de inmigración era Trump antes que Trump, no apareció en el escenario.

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En el contexto de la polémica sobre Charlottesville, el mitin comenzó sin sutilezas. El primero en hablar fue Ben Carson, el secretario de Vivienda y único negro en el Gabinete de Trump. Después intervino Alveda King, sobrina de Martin Luther King y opinadora de la derecha. Justo detrás de Trump, salía en cámara un hombre de raza negra (uno solo), con una camiseta que decía: “Trump y los republicanos no son racistas”.

Trump no deja pasar nada. A pesar de que las críticas le han venido de su propio partido y hasta de la cúpula militar, el martes cargó contra la prensa. Volvió a llamar a los periodistas deshonestos y malas personas, para disfrute de sus seguidores, que gritaban al corral de prensa en el evento. Y se sacó todas las banderillas de esta semana, una por una. Así suena la venganza de Donald Trump. Ante el público de Phoenix leyó uno detrás de otro los tres comunicados que sacó entre el sábado y el lunes pasados y acusó a los medios de no haberlos contado bien. De nuevo, una vuelta al principio.

En junio de 2015, cuando Trump vio la polémica que se había montado por sus insultos a los mexicanos, su respuesta fue culpar a la prensa de haber manipulado sus palabras. Lo que está mal en Estados Unidos es la prensa. Cualquier equívoco en la respuesta a la violencia de Charlottesville es culpa de que la prensa no ha transmitido bien las palabras del presidente. Ni el más mínimo ejercicio de matización.

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Contra senadores republicanos

En medio de este ajuste de cuentas generalizado, Trump también cargó contra los republicanos. Aún no ha pasado página del fracaso de la reforma sanitaria. “¡Un voto!”, decía una y otra vez en Phoenix el martes. “Me han dicho que no diga nombres y no los diré”. Pero se refería al senador de Arizona John McCain, que hundió el proyecto con un dramático voto negativo en el último momento. “¡Un voto!” es el nuevo eslogan de Trump para pedir, por ejemplo, que se eliminen de las normas del Senado cualquier capacidad de la minoría demócrata para frenar proyectos.

Y por supuesto, México. Entre sus logros, Trump citó que han comenzado las negociaciones para modificar el acuerdo de libre comercio con México y Canadá (TLC o NAFTA, en sus siglas en inglés). “Personalmente, no creo que podamos llegar a un acuerdo, así que probablemente acabemos por finalizar NAFTA en algún momento”. Las palabras cayeron como una bomba en México. Otra frase suelta, como quien no le da importancia, a la que se tienen que enfrentar por la mañana los equipos que están sobre el terreno negociando. Otra trumpada de consecuencias imprevisibles.

El martes, Trump volvió a las esencias del candidato imposible. En este mismo lugar dio el primer mitin de su campaña electoral. Fue la primera vez que se vio que la cantidad de gente interesada en él era sorprendente, como él mismo recordó el martes. Aquí dio su gran discurso con planes para reducir la inmigración, el 1 de septiembre del año pasado, horas después de ser recibido por Enrique Peña Nieto en el palacio presidencial de México. Y aquí anunció de tapadillo un indulto a un personaje abiertamente racista, acusó a los medios de ser malas personas y volvió a despreciar a México a cuenta del NAFTA. Trump siempre vuelve a la casilla cero.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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