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El arte que precedió a la muerte de Yugoslavia

El Rey inaugura este martes en el Reina Sofía la primera retrospectiva en España dedicada al colectivo artístico NSK

La exposición del Nuevo Arte Esloveno.

Entre la muerte del mariscal Tito, en 1980, y el estallido de la guerra de los Balcanes, en 1991, la antigua Yugoslavia vivió una transición que en lo cultural supuso una explosión de las artes a través del colectivo de artistas NSK (Neue Slowenische Kunst, Nuevo Arte Esloveno). Nacido en 1984, en la Eslovenia entonces vinculada a la federación yugoslava, los artistas de NSK no creían en la división de disciplinas y todo acto público formaba parte de la obra. A caballo entre dos mundos, se distanciaron del totalitarismo socialista, pero también fueron pioneros en advertir contra el nuevo totalitarismo tecnológico que les llegaba por la vía del capitalismo. El Reina Sofía muestra hasta el 8 de enero la primera retrospectiva en España sobre este movimiento artístico. La exposición, titulada NSK del Kapital al Capital. Neue Slowenische Kunst, la inaugura este martes Felipe VI junto al presidente esloveno, Borut Pahor.

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Una fotografía en la que posan decenas de artistas resume la filosofía del movimiento: cada aparición pública era un acto artístico. Nada quedaba en manos de la suerte o de la espontaneidad. El eclecticismo de la época también está presente en la exposición. Junto a unas 350 pinturas hay fotografías, vídeos, pósteres, catálogos, revistas o vinilos y un detallado repaso audiovisual a la historia de NSK.

NSK tuvo su origen en tres grandes grupos que hicieron posible el salto a una manera de entender la modernidad. El primero de ellos fue la banda musical Laibach, un grupo industrial surgido en un pueblo minero que logró notable reconocimiento internacional por las peculiares versiones de algunos de los grandes éxitos de la música pop rock que en los 80 arrasaba en Occidente: One vision, de Queen o In The Army Now, de Status Quo. Con más discreción se sumó el colectivo de artistas visuales denominado Irwin, que defendía el “eclecticismo enfático” y el “uso simultáneo de diferentes estilos”, explica Zdenka Badovinac, comisaria y conservadora de la Galería Moderna de Liubliana, coproductora de la exposición. La tercera gran pata fue el Teatro de las Hermanas de Escipión Nasica (THEN). Se disolvieron en 1987 y después renacieron con diferentes nombres. En los años siguientes también impulsaron la apertura de NSK a otros campos disciplinares, como el diseño gráfico, la literatura, la filosofía, la producción audiovisual o la arquitectura. Los tres grandes grupos se agruparon bajo el epígrafe Kapital y a “diferencia del arte posmoderno predominante que se resignaba a una sociedad sin futuro prometedor” explica la comisaria, “NSK se estableció como una institución y un Estado alternativos usando el complejo lenguaje del arte para llamar la atención sobre el carácter complejo y diverso del capital”, concluye Badovinac.

“Este grupo de grupos representa un nuevo colectivismo”, resume Manuel Borja-Villel, director del museo, “en el que partiendo de la izquierda, se critica el sistema soviético desde un país en el que no hay instituciones culturales. Surgen en un momento de transición entre el desmoronamiento del gobierno socialista yugoslavo y la paulatina e imparable entrada del capitalismo, en el que la producción cultural eslovena fue abandonada por un Estado que hasta entonces les protegía”.

Un cóctel de estalinismo y nazismo

Los carteles, las pinturas, las instalaciones o la parafernalia que lucen los músicos en algunas de las piezas están cargadas de símbolos procedentes de los escombros de un tiempo que los artistas de NSK consideraban superado. La provocación puede ser, a veces, difícil de entender. La comisaria, consciente de la complejidad de la narrativa de la exposición, afirma que hay que verla como un archivo histórico o una biblioteca al que hay que volver todas las veces que se pueda porque, opina, al igual que en la transición española, los matices son muchos y los artistas recurrían, en muchas ocasiones, a la provocación y a los mensajes más primarios: “Partiendo del contexto histórico en el que se desarrolló el movimiento”, precisa la comisaria, “se puede comprender mejor la la apropiación exacerbada de referentes simbólicos y actitudes performativas ligadas al nazismo, el discurso estalinista o la mitología nacional yugoslava y eslovena. No era una provocación caprichosa”.

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