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Crítica | El rey de los belgas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sátira de un monarca refugiado

Un gran uso de la música clásica y los gags en una comedia del estilo que abrió Iannucci

Peter Van den Begin y Titus de Voogdt en 'El rey de los belgas'.
Javier Ocaña

¿Qué pasaría si el rey Felipe VI, de viaje oficial en Turquía, recibiera de sus ayudantes la noticia de la declaración de independencia unilateral y por sorpresa de Cataluña, y ello coincidiera con un caos aéreo provocado por una tormenta que no le dejara volver a su país a representar el orden constitucional? Es lo que ocurre, y en tono de comedia, en la atrevida película El rey de los belgas, donde el monarca del país europeo debe atacar la misma situación, pero con la independencia de Valonia.

En las relaciones entre los altos representantes del estado y su corte de ayudantes, políticos, de protocolo y escritores de discursos, ya hay algo cómico que viene de suyo. Una mezcla de respeto, incongruencia de voluntades y escalera de sometimientos que no siempre coincide con el organigrama general de cargos, que bien supo analizar el estratega de la comedia política Armando Iannucci en la formidable serie de televisión The thick of it y en la película In the loop. Desde entonces, el modelo de Iannucci se ha ido exportando a las tentativas jocosas de otros países, llevando consigo no solo el tono sino también un estilo de puesta en escena basado en la inmediatez de la cámara digital y en la fotografía de urgencia. Algo que también ocurre en esta odisea real (por monárquica), en autobús, coche, carro y a pie, y por los Balcanes, en la que el rey y sus ayudantes experimentan la dificultad del refugiado en el camino hacia su ansiado sueño.

Con más humanidad y menos sarcasmo que en los acercamientos de Iannucci, pero con un escalón más en materia de irreverencia (un monarca no es un primer ministro o presidente, ni en Bélgica ni aquí), El rey de los belgas va acompañada además de una magnífica utilización de piezas señeras de la música clásica como casi experimental banda sonora, levantando muchas veces la desigualdad de unos gags que, de todos modos, mantienen un meritorio nivel medio.

¿Para cuándo una de estas en España? Ya la hubo: Aupa, Josu, serie de 2013 creada por Borja Cobeaga, Diego San José y Juan Cavestany, sobre un risible consejero del gobierno vasco y su corte de ayudantes, que ETB declinó desarrollar, tras emitirse, después de muchas dudas, su estupendo capítulo piloto.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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