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Loquillo llena de rock el Teatro Real

El cantante demuestra con un potente concierto que el rock también puede sonar en la ópera El concierto estuvo organizado por LG G6, de cuya campaña Loquillo es imagen

Loquillo, tocando anoche en el Teatro Real, en un concierto organizado por LG.Foto: atlas

Aquellos fans de Loquillo de largo recorrido que le acompañaran en su “travesía del desierto” de hace dos décadas, cuando sus conciertos en Madrid se celebraban en desangeladas discotecas como Macumba o Aqualung (y en los que a duras penas convocaba a un millar de personas), tienen por fuerza que sentirse reivindicados con el impresionante repunte de popularidad del Loco en los últimos años.

El concierto en Las Ventas del pasado septiembre, bien reflejado en un disco en directo, o el del WiZink Center del próximo diciembre dan la medida de su tirón actual. Y, entremedias, un concierto más “íntimo” en uno de los pocos escenarios madrileños que le quedaba por pisar al músico barcelonés, emblemático no tanto por su aforo sino por su significado, el Teatro Real. Todo organizado por LG G6, de cuya nueva campaña Loquillo es la imagen.

Cuando interpretó 'El ritmo del garaje' el público botó en sus localidades.
Cuando interpretó 'El ritmo del garaje' el público botó en sus localidades.Elisa Sánchez Fernández

Si el Teatro Real es una plaza que se le ha resistido al rock (y a la música popular en general) durante décadas, tal vez haya una razón para ello. El sitio rebosa encanto, pero no es eso precisamente lo que se necesita para el rock, sino sudor, decibelios, cerveza y libertad para mover las caderas. Anoche no hubo nada de eso con lo que los espectadores pudieran entrar en calor desde el primer momento, así que el concierto tardó en despegar. Ese click que en otros conciertos de Loquillo se hubiera producido a partir de El hombre de negro, aquí no llegó hasta más allá de El rompeolas y, de forma inapelable, con El ritmo del garaje, justo antes del bis.

Para que el público se calentara, Loquillo bajó del escenario e interpretó, deambulando por la platea, Carne para Linda y La mataré. El repertorio fue una versión resumida del que lleva paseando por toda la Península desde la publicación, hace ya más de un año, de su último disco de estudio, Viento del este. La única variación que se permitió a sí mismo fue arrancar el bis con No volveré a ser joven, el poema de Jaime Gil de Biedma que es perfecto para sus conciertos en teatro.

Sin embargo, poco tenía este espectáculo que ver con los recitales de poesía musicada que presentó por teatros cinco años atrás (y en los 90 acompañado de Gabriel Sopeña): esto era rock. Profesional, impecable y bien medido, sin sorpresas y sin sustos. Cualquier crónica de cualquier concierto de Loquillo en la última década nos serviría para trazar el guion de su concierto en el Teatro Real.

¿Es un reproche? No. No puede serlo cuando ves cómo consigue poner en pie a una platea exigente que hay que conquistar. Pero el Loco siempre convence y, a menudo también, vence: le basta con encadenar Quiero un camión, Esto no es Hawaii, Feo, fuerte y formal y Cadillac solitario para poner al Teatro Real al rojo vivo.

El concierto de anoche fue un gozo incontestable, en el que hasta los envarados acomodadores del Teatro Real acompañaron con palmas y cantaron los estribillos en un par de canciones. Mañana lo negarán, dirán que no está a la altura de las óperas, pero lo disfrutaron de lo lindo. Y de eso va el rock: de disfrutar.

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