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El Tec de Monterrey apuesta por parques, no muros, contra la inseguridad

La universidad privada más grande de México, atacada no hace tanto, aboga por integrar a la ciudad en vez de cerrarse a ella

Vídeo: A.P.C.

El 10 de marzo del 2010 dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey fueron asesinados por militares en una de las entradas del campus Monterrey. Eran los tiempos en que la tradicionalmente segura ciudad norteña rompía todos sus récords de índices delictivos. Los homicidios en Nuevo León llegaron a los 951 en 2010 y los 2.174 en 2011, según cifras del INEGI. La muerte de Jorge Antonio Mercado y Javier Francisco Arredondo marcó a la comunidad y significó un punto de inflexión: el campus Monterrey perdió cerca de 3.000 alumnos, que ha ido recuperando poco a poco.

El consejo de empresarios del Tec se planteó trasladar sus instalaciones a San Pedro Garza García, el municipio metropolitano de Monterrey con el PIB per cápita más alto de México. La respuesta más lógica a la violencia parecía ser incrementar la vigilancia, cerrar más el campus: la entrada en la que murieron Jorge y Javier fue clausurada por un tiempo después del suceso. Pero dos años después las autoridades de la universidad decidieron lo contrario: Distrito Tec es un proyecto de regeneración urbana que busca integrar al campus con la ciudad y abrir, paulatinamente, 18 hectáreas de espacios de la universidad privada al público.

Durante los años 60 y 70 el campus Monterrey del Tec era un espacio abierto al público, las décadas siguientes los muros y las vallas fueron creciendo, así como las restricciones para entrar. El actual planteamiento de la universidad privada más grande de México es un reto que busca revertir la tendencia de las élites económicas mexicanas de replegarse a espacios cerrados, bardeados, como las gated communities o urbanizaciones cerradas. “Si nosotros estuviéramos pensando que la única forma es ir cerrándonos en realidad estaríamos abandonando a la comunidad de un problema que somos coparticipes”, menciona el presidente del Tecnológico de Monterrey, Salvador Alva.

Algunos miembros de la comunidad estudiantil no vieron con buenos ojos esta apertura, aún hay oposición de algunos alumnos. Los índices de inseguridad han bajado, pero aún hay incidentes como el de un policía que fue baleado el pasado 5 de febrero al frustrar un intento de asalto en una de las calles aledañas a la universidad. El año pasado un grupo de alumnos del Tec creó un mapa interactivo de denuncia debido a los robos y asaltos en la zona, en los tres primeros meses del 2016 se registraron 50 robos. “Si lo van a abrir, el campus, necesitan incrementar la seguridad porque los alrededores del campus sinceramente no están tan seguros”, dice Daniela Carmona, estudiante de periodismo.

Aunque varios alumnos respaldan el proyecto, las resistencias afloran al hablar de seguridad. Los encargados del proyecto creen que es justamente abriéndose al público como bajará la criminalidad. “Hay teorías urbanas desde hace décadas que comprueban que es mucho más seguro tener ojos en la calle, esto es de Jane Jacobs, en particular esta frase”, menciona Sheila Ferniza, especialista de diseño urbano en la Dirección de Urbanismo Ciudadano del Tec.

“Ahorita con lo que ha pasado en Estados Unidos, que han puesto restricciones para los extranjeros, México estamos abriéndonos y el Tec de Monterrey con esta nueva filosofía del Distrito Tec atraeremos gente, no importa la nacionalidad”, dice David Noel, el rector del Tecnológico de Monterrey. Los directivos ejemplifican la transformación que tiene un plazo de hasta dos décadas con lo que han hecho universidades estadounidenses como la Universidad de Texas, Standford, Berkley, que han convertido su entorno en ciudades atractivas para los especialistas. “El Tec de Monterrey debería ser el detonador de un nuevo entorno en este país”, dice Noel.

Los pocket parks o parques de bolsillo son el primer ejemplo de lo que Distrito Tec quiere lograr, se trata de espacios de la universidad cedidos al público que el Tec administra con otros sectores de la sociedad como -es el caso de uno de los que ya está instalado- un café que puso parte del inmobiliario en el sitio. “Son espacios que están inutilizados y que quedan como residuos y que se les busca una activación precisamente para generar encuentros”, dice el director de la región norte de la Escuela Nacional de Arquitectura, Arte y Diseño, Rodolfo Barragán.

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