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Mateo Feijóo: “Si me pidieran cambiar mi proyecto, dimitiría”

El director de las salas teatrales del Matadero de Madrid defiende su programación interdisciplinar ante las críticas de una parte del sector

Mateo Feijóo, director de las salas teatrales del Matadero de Madrid.Vídeo: Carlos Rosillo
Raquel Vidales

Pocas veces la profesión teatral española ha estado tan abiertamente dividida como desde que Mateo Feijóo asumió la dirección de las salas teatrales del complejo cultural Matadero de Madrid. Desde que presentó su proyecto hace tres semanas le han llovido críticas por relegar los montajes de texto tradicionales (en favor de formatos más experimentales) en un espacio que había conseguido consolidar un público fiel. Pero por otra parte ha logrado que casi 700 artistas, entre ellos varios premios nacionales, firmen un manifiesto de apoyo a su programación. Feijóo defiende su apuesta artística, pero se desmarca de la otra polémica en la que se ha visto envuelto: la eliminación de los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal como denominación de esos espacios y su posterior restitución. Afirma que ambas fueron decisiones políticas (la última, por orden directa de la alcaldesa Manuela Carmena).

Pregunta. ¿Por qué eliminó en su proyecto los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal?

Respuesta. Yo me presenté a un concurso público para dirigir las naves 10, 11 y 12 de Matadero, que es como se llaman legalmente estos espacios. En ninguna parte de las bases aparecían Max Aub o Fernando Arrabal. Por tanto, yo no quité ni puse nada, fue una decisión política. El debate debería haberse abierto cuando el Ayuntamiento de Madrid lanzó la convocatoria, no cuando yo he puesto en práctica el proyecto con el que gané el concurso. Si hubiese sabido el revuelo que se iba a armar, quizá no me habría presentado.

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P. En todo caso, ¿a usted le pareció bien quitarlos?

R. La neutralidad encaja más en un proyecto interdisciplinar como el que estoy desarrollando. Los nombres delimitan, crean unas señas de identidad muy especificas, mientras que este programa pretende lo contrario: abrirse a todas las disciplinas escénicas. Pocos espacios como este en Europa llevan nombres de personas.

P. ¿No está de acuerdo con la decisión que se ha tomado de volver a ponerlos?

R. También ha sido una decisión política.

P. Dice que su proyecto está abierto a todas las disciplinas. ¿Por qué entonces parte del gremio teatral se siente excluido?

R. No es cierto que no vaya a programar teatro de texto como se ha dicho. Esta temporada tenemos una obra de Milo Rau y dentro del programa de residencias de artistas que estamos diseñando para la próxima temporada habrá dos grandes áreas: una de texto y otra de cuerpo. Lo que pasa es que no habrá tanto teatro de texto como antes precisamente porque habrá además otras cosas: danza, música, artes visuales, performance… Esa es la esencia del proyecto que presenté al concurso y que encaja más con el proyecto de creación contemporánea que es el conjunto de Matadero.

P. ¿Son esas artes más contemporáneas que el teatro de texto?

R. Esa no es la cuestión. Lo que pretendemos mostrar es la interdisciplinariedad de la escena actual. Y no solo mostrarla, sino propiciarla: vamos a impulsar el diálogo entre artistas de distintas áreas y queremos también crear vínculos con instituciones y colectivos de todo tipo.

P. ¿Puede poner un ejemplo?

R. Por ejemplo, la coreografía que ha creado el grupo de danza urbana Co-lapso inspirándose en la instalación de Ray Lee que tenemos expuesta. O los talleres para bailarines que organizamos con la coreógrafa Susanne Linke. Ese es el tipo de vínculos que queremos establecer.

P. Otra crítica que le ha hecho parte de la profesión es que está desperdiciando la dotación escénica de estas salas usándolas como espacios expositivos o de exhibición de películas. ¿No podría utilizar otras naves vacías para eso y seguir usando estas como teatro?

R. No es lo mismo ver en un teatro que en un cine la película que hemos programado sobre el proceso de creación de Angélica Liddell. Al verla en un teatro parece que nos introducimos realmente en la sala de ensayos de esta artista. Por otra parte, los espacios están usándose todo el tiempo aunque no haya exhibiciones: hay talleres, investigaciones...

P. ¿Y qué pasa con el público que iba habitualmente a ver teatro a esas salas? ¿Irá a ver estas propuestas tan diferentes o tendrá que buscarse uno nuevo?

R. La lógica no es no programar lo que el público no conoce por miedo a que no venga. La lógica es: quiero que el público conozca esto. Mi objetivo es educarle para que sea capaz de disfrutar de nuevas experiencias artísticas. Por ejemplo, con proyectos en los que pueda participar, talleres, charlas... Lo que no voy a hacer es atraerlo con artistas mediáticos o actores conocidos por salir en televisión, que por otra parte son los que han conseguido más público aquí en el pasado. No me interesa tanto la cantidad como la calidad. Por otra parte, nuestras cifras de ocupación hasta ahora no han sido malas: 4.000 personas han visitado en tres semanas la exposición sobre danza alemana que hemos programado este mes.

P. ¿Le ha pedido el Ayuntamiento cambiar su proyecto por las críticas?

R. No. Y si lo hiciera, diría que no o dimitiría.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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