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El Rey busca fortalecer su imagen con una amplia agenda en el exterior

Felipe VI cumple 1.000 días en el trono con el horizonte despejado para completar sus funciones

Miquel Alberola
El Rey con el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Ángel Gurría.
El Rey con el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Ángel Gurría.Emilio Naranjo (EFE)

Recuperar el prestigio que tuvo la Corona en España. Fue el imperativo que forzó la abdicación de Juan Carlos I en medio de los escándalos de Nóos y Botsuana, que, con el combustible de la crisis, carbonizaron el crédito logrado al salvar la democracia del 23-F. La proclamación de Felipe VI el 19 de junio de 2014, este martes se cumplen 1.000 días, detuvo la hemorragia. Pero con el cambio dinástico no era suficiente. Se requerían muchos esfuerzos internos y externos. Los primeros se dan por cumplidos; los segundos pueden llegar a partir de ahora.

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La Zarzuela trazó un plan para restablecer la reputación de la Corona en dos planos. El ámbito interno era crucial: había que transformar la institución para que nada pudiera propiciar los excesos que habían llevado a la Corona al borde del abismo.

La “Monarquía renovada en un tiempo nuevo”, como la definió el Rey en su discurso de proclamación, fue tomando expresión en medidas concretas. Llegó la transparencia, con una auditoría externa de las cuentas de la Casa del Rey. Con la publicación de las retribuciones de los altos cargos. Con la adaptación de los contratos a los principios que rigen la contratación pública de concurrencia, transparencia, igualdad y no discriminación. Con la publicación de los regalos recibidos. Incluso el Rey recortó un 20% su asignación como jefe del Estado.

Llegaron los cortafuegos. Se prohibió a los miembros de la Familia Real aceptar regalos que comprometan la dignidad de sus funciones y recibir préstamos sin interés o servicios en condiciones ventajosas. Se estableció un código de conducta para que trabajadores y altos cargos de La Zarzuela actuaran con austeridad, ejemplaridad y honradez, como se había impuesto el Rey a sí mismo y su familia.

Con la proclamación de Felipe VI, la Familia Real quedaba reducida al Rey, la Reina, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Sin embargo, la infanta Cristina, salpicada por los negocios irregulares de su marido, Iñaki Urdangarin, seguía siendo hermana del Rey y duquesa de Palma, título que le concedió su padre, Juan Carlos I, en 1997. La medida sanitaria que se aplicaría llegado el caso sería la revocación del título, como ocurrió en junio de 2015.

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Este ajuste interno, sumado a un incremento de la cercanía de los Reyes con el pueblo, tenía que completarse con el otro plano de la estrategia. La proyección internacional del Rey como principal activo en la representación del Estado en un mundo cada vez más interconectado y con mayores intereses españoles en el extranjero. Pero la situación de bloqueo e interinidad que sufrió España durante 10 meses y el proceso judicial de la infanta Cristina lo complicaron. Los viajes se aplazaron y Nóos siguió proyectando su espectro sobre la Corona, haciendo supurar la herida cada vez que el proceso ponía su punto de mira sobre la Infanta .

Sin embargo, el Rey ha llegado a la primavera de 2017 con el horizonte despejado. Aunque sin una gran fortaleza parlamentaria, el desbloqueo ha estabilizado la situación política, y la justicia ha cerrado Nóos con la exculpación de la Infanta de la comisión de dos delitos fiscales como cooperadora de su marido (si bien considera que se benefició de ellos). Los acontecimientos han dejado la situación en el escenario deseado por La Zarzuela, que ha reactivado su estrategia para la recuperación del prestigio de la Corona en el ámbito internacional.

La agenda del Rey se llena de citas en el extranjero para los próximos meses que habrán de resaltar su papel como más alto representante del Estado en las relaciones internacionales, en las que ya ha silueteado su protagonismo con intervenciones en Naciones Unidas o el Parlamento Europeo y con profundos mensajes sobre la crisis humanitaria de los refugiados.

La reciente recepción en España al presidente argentino Mauricio Macri, apenas unos días después de la sentencia y con un nuevo formato de representación, inició esta nueva etapa. El Rey ha marcado perfil en ella como defensor del multilateralismo frente a la ola de proteccionismo desatada con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, del que espera que mantenga para España el mismo trato que tuvo con su antecesor, Barak Obama.

Ese mismo mensaje a favor del libre comercio será el que el Rey lleve en la primera semana de abril a la tercera economía mundial, Japón, cuyo primer ministro, Shinzo Abe, se perfila como el principal aliado de Trump en Asia. El vínculo bilateral entre España y Japón se remonta a 1613, cuando la Embajada Keicho se convirtió en la primera delegación diplomática de carácter oficial enviada por Japón para entrevistarse con Felipe III.

La Zarzuela no ha cerrado el más importante de los viajes de Estado que proyecta para 2017 en su agenda hasta que se produjera el fallo del caso Nóos. Se trata de la visita a Reino Unido, previsto para los días 6, 7 y 8 de junio y que se produce en un momento muy delicado políticamente. En esa perspectiva, el viaje confiere un relieve especial a la figura del Rey. Como defensor de la idea de la Unión Europea y como representante de un país que puede verse afectado en el turismo y las exportaciones de forma negativa por el Brexit.

Durante su desplazamiento a Londres, Felipe VI mantendrá un encuentro con la primera ministra británica, Theresa May, en el que aflorarán las inquietudes de los 300.000 ciudadanos británicos que están empadronados en España y los más de 150.000 españoles que residen en el Reino Unido.

La Zarzuela espera que la labor desempeñada por el Rey en estos y otros viajes todavía por confirmar reforzará la figura del jefe del Estado en la escena internacional, lo que repercutirá de modo positivo sobre la institución que representa contribuyendo a recobrar el prestigio de la Corona tanto en España como en el mundo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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