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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La liebre, el zorro y el erizo

Patxi López lanza una carrera que Sánchez celebra por adelantado y que debería ganar Susana Díaz

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. En vídeo, Díaz esta mañana en un acto en Palos de la Frontera en Huelva.Foto: atlas

Ha debido confortar a Patxi López la victoria de Jonah Kipkemoi en el maratón de Barcelona. Había sido contratado como liebre de la carrera, pero la indisposición del favorito y sus propias facultades le condujeron a cruzar la meta en primer lugar.

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Es insólito que una liebre se imponga en una prueba tan larga. Y es tentador para López apropiarse del antecedente del atleta keniano. Porque fue él quien lanzó la carrera de las primarias socialistas. Y quien todavía se considera con opciones, emulando la proeza de Kipkemoi y adquiriendo la naturaleza correosa de la liebre.

Patxi López aspira a invertir la moraleja de Esopo en unas primarias con aspecto de fábula antropomórfica. Y no hay tortuga entre los aspirantes. Hay un zorro, Pedro Sánchez, y un erizo, Susana Díaz, mimetizados ambos en las propiedades que atribuye Isaiah Berlin a cada animal en un feliz ensayo escrito en 1953.

El erizo, a semejanza de Susana Díaz, es obstinado, determinado, perseverante en sus convicciones. Y el zorro sabe adaptarse a los cambios. Es voluble y astuto, exactamente como le sucede a Pedro Sánchez en su enésima resurrección política. Parecía sepultado después del psicodrama de Ferraz y de la entrevista a Jordi Évole, pero la corpulencia de su lema embrionario, "No es no" y el fervor de la militancia en el anatema contra Mariano Rajoy le han proporcionado una desmesurada euforia.

Desmesurada quiere decir que Sánchez está celebrando la victoria antes de haber empezado el maratón socialista. Y que se arriesga a confundir el entusiasmo de los mítines con el veredicto de los militantes. Su discurso en Cádiz redundaba en un triunfalismo que estimula su autoestima y que subestima las opciones de Susana Díaz. Es ella la favorita y la probable ganadora. Representa la unanimidad del partido y la abstracción del aparato. Ejerce el poder institucional. Le arropan los barones y los patriarcas (González, Zapatero, Almunia, Rubalcaba). Dispone de los parabienes de la prensa y del establishment, incluido el Gobierno. Y se le presupone un extraordinario predicamento en las federaciones y agrupaciones. No sólo atmosférica.

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Unas y otras razones explican que Susana Díaz sea también quien más expone. No ya por la relación rutinaria de Sánchez con la derrota sino porque un eventual fracaso en las primarias la desautorizaría como presidenta en Andalucía, lastimaría las relaciones parlamentarias con el PP y abocaría al escenario de unas elecciones generales.

Semejantes riesgos sobrentienden que Susana Díaz ha madurado la decisión con toda la seguridad de erizo, pero el zorro de Sánchez ha logrado transformarse en un peligroso depredador. No por lo que es, sino por lo que representa en la aversión al marianismo. Por la credibilidad del antisistema en tiempos de política sentimental. Y por la peculiaridad de un sufragio que no convoca a los votantes socialistas ni a los simpatizantes, sino exclusivamente a los militantes y a sus humores, expuestos los unos y los otros a la duda de la victoria o de la revancha.

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