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La incorreción política en el humor: cuando la ofensa me da risa

Los chistes, con frecuencia, irreverentes se mueven en los límites de lo que es políticamente correcto. En el territorio de la comedia, el contexto es clave, sobre todo con temas tabú como la religión y el terrorismo

Vídeo: EPV
Mónica Luengo Montero

Andreu Buenafuente suele pedirle al equipo de su programa, Late motiv, que no le cuente todo lo que va a suceder cada día en el plató. Por eso cuando uno de sus guionistas, Kaco Forns, salió hace un par de semanas a hacer un monólogo, el presentador no sabía qué temas iba a tratar su compañero. Forns empezó haciendo chistes de música y de política, pero de pronto anunció que quería terminar hablando de yihadismo. “Ese momento me generó incomodidad y sorpresa. Y pensé: ‘Bien, esto es la comedia’. Kaco se ha metido en un territorio aparentemente intransitable y ha hecho buen humor”, recuerda Buenafuente.

Cada cierto tiempo el debate de los límites del humor regresa a las redes sociales y a los medios reavivado por el caso de un tuitero que ha acabado dando explicaciones ante el juez o por un chiste que desata la indignación de la opinión pública. Se trata de un terreno resbaladizo, plagado de matices, en el que los propios humoristas tienen opiniones encontradas. Muchos de ellos incluso se refieren al tema con hastío, sienten que la sociedad les pide cuentas con cada nueva polémica.

“El problema es que se ha hablado más de los límites de lo que realmente se han llegado a traspasar”, resume el cómico David Broncano, que dirige La vida moderna en la cadena SER, un programa que ha hecho de la irreverencia su seña de identidad y cuyos vídeos en YouTube suelen superar las 100.000 reproducciones. Broncano también presenta Loco mundo y colabora en Late motiv, ambos de #0 (Movistar).

"No es lo mismo una actuación en directo que un tuit. Cuando sacas un chiste de su origen, al momento se pudre". opina Pepe Colubi

“Una sociedad sin límites sería una sociedad sin sentido del humor”, defiende Javier Gomá. Para el filósofo y director de la Fundación Juan March, el juego que existe entre respetar y cuestionar esas fronteras es lo que produce el efecto cómico. El buen humorista es el que practica este ejercicio con tacto y es capaz de adecuar sus chistes a cada momento y lugar. El contexto es pues una palabra clave en el territorio de la comedia. “No es lo mismo una actuación en directo que una conversación privada o un tuit. Cuando sacas cualquier chiste de su origen, al momento se pudre”, puntualiza Pepe Colubi, escritor y colaborador del programa Ilustres Ignorantes. Colubi extiende el contexto a la trayectoria del que está haciendo el chiste y cita el ejemplo de la cómica estadounidense Sarah Silverman: “Si aíslas una de sus bromas puedes pensar que se está riendo del Holocausto, pero si escuchas el monólogo entero y sabes que ella es judía, entonces funciona”.

Ignatius Farray, monologuista y colaborador de La vida moderna, está considerado uno de los cómicos más provocadores de España, y, sin embargo, comenta que lo que menos le gusta del mundo es ofender a la gente. Cuenta que, durante una actuación, la comedia se ampara en el vínculo que se crea con el público. El mismo chiste hecho en circunstancias diferentes puede pasar de hacer gracia a ser desagradable. “Tú sientes cuando puedes decir algo, pero también cuando has metido la pata antes incluso de terminar la frase. La comedia es un arte porque tiene esos límites, no todo vale”, comenta Ignatius. También opina que no hay que “tomar al público por tonto” y dejar de hacer una broma porque se piense que no la van a comprender: “Una persona que pertenece a una minoría puede entender que no existe mala intención en un chiste y reírse con él. Muchas veces la risa tiene un efecto conciliador”.

Según Gomá, con el tiempo la sociedad es más empática, más consciente del dolor ajeno. Pero cuando ese progreso moral todavía no ha cicatrizado, toleramos peor un chiste cuando es a costa de un tercero que cuando es autoironía. “Cuando esos sectores que han sufrido están todavía en un proceso hacia la normalidad y la igualdad, el humor a costa de ellos parece que es ofensivo puesto que relativiza su causa”.

El cómico Berto Romero coincide en que con los años vamos adquiriendo una mayor sensibilidad con temas como el machismo. “Si ahora vemos el humor que se hacía en los años ochenta nos parece muy burro. Y tan absurdo sería seguir haciendo el humor de entonces como castrar el de ahora y no poder tocar ningún tema sensible. Si no te gusta un determinado tipo de humor, no lo consumas”, apunta Berto.

La ofensa es algo con lo que todo cómico acaba lidiando antes o después en su carrera. “El humor está condenado a molestar. Si un chiste le gusta a todo el mundo, seguro que no es tan gracioso”, comenta Ana Morgade y puntualiza que ofenderse no equivale a tener la razón. La presentadora de El Club de la Comedia considera que España es un país poco dado a la autocrítica: “Nos gusta reír de lo que no nos toca, y cuando nos tocan a nosotros tenemos la piel muy fina”. Berto comenta que las redes hacen que las opiniones de todo el mundo sean mucho más visibles y estén todas al mismo nivel: “No sé si es que ahora siempre hay alguien que se ofende o es que antes se ofendía también, pero no nos llegaba”.

Twitter ha sido el origen de los últimos casos que han reavivado el debate en torno al humor. El pasado mes de enero, la Fiscalía pedía dos años y medio de cárcel para una estudiante de 21 años que publicó en su cuenta un chiste sobre el atentado contra Carrero Blanco. Una de las nietas del expresidente del Gobierno franquista, asesinado por ETA, escribía una carta en EL PAÍS calificando la medida de la Fiscalía de “disparate”. Pocos días después, el Tribunal Supremo condenaba a César Strawberry, cantante de Def con Dos, a un año de cárcel por enaltecimiento del terrorismo por varios tuits.

El último estallido de las redes se produjo la semana pasada cuando el semanario satírico El Jueves sacó en su portada, tras conocerse la sentencia del caso Nóos, a la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin manteniendo relaciones sexuales en un vis a vis. Finalmente se supo que el cuñado del Rey no iría de momento a la cárcel y la revista cambió de portada.

La anécdota se quedó ahí, nada que ver con lo que sucedió hace 10 años cuando la misma publicación sacó a los entonces Príncipes de Asturias en una situación semejante. En aquella ocasión, El Jueves fue secuestrado por orden del juez y los autores de la caricatura condenados a pagar una multa de 3.000 euros cada uno. El dibujante de aquella portada censurada, Manel Fontdevila, comenta que antes no había humor sobre la Monarquía, pero que a base de hacer chistes se ha ido abriendo el campo: “Quizás las viñetas sobre el Rey no son tan duras como las que se hacen sobre Mariano Rajoy o Pablo Iglesias, pero existen”.

Fontdevila explica que todo lo pasional, lo que no tiene una explicación lógica, es susceptible de convertirse en un tabú. “Los nacionalismos, el fútbol… La religión es el gran tabú porque se basa en creer sin cuestionar. Y cuestionar es justo lo que hace el humor”, argumenta el viñetista.

"Quizás las viñetas sobre el Rey no son tan duras como las que se hacen sobre Rajoy o Iglesias pero existen", destaca Manel Fontdevila

Son muchos los temas que pueden resultar espinosos para un humorista. David Broncano cuenta que cada vez recibe más quejas de animalistas cuando hace comentarios sobre comer carne, y que en los comienzos de La vida moderna recibieron algún toque de atención por hablar de sexo de manera explícita. Pepe Colubi señala además del tabú del sexo el de la muerte: “La muerte es el gran tema, reírte de ella es lo máximo que puedes hacer”. En cuanto al humor sobre ETA, Borja Cobeaga, director de Ocho apellidos vascos y de las primeras temporadas de la serie Vaya semanita, ha comentado en varias ocasiones que la clave está en el enfoque. Se puede bromear sobre terrorismo siempre que se centre la burla en el etarra, no en la víctima.

Xavi Puig y Kike García, creadores del diario satírico El Mundo Today, comentan que un tema del que no se han llegado a hacer bromas en España es del atentado del 11-M. “Nunca se nos ha ocurrido un chiste al respecto”, apunta García. Y su compañero añade: “En Estados Unidos se hicieron chistes muy buenos sobre el 11-S muy poco tiempo después del atentado”. Puig cuenta el caso del semanario satírico The Onion, que en el primer aniversario del atentado publicó: “Los americanos conmemoran el 11-S intentando no masturbarse”. “Algo así sería impensable en España”, añade. Fontdevila señala que quizás no se ha tocado el atentado en sí, pero que se ha hecho mucho humor de sus consecuencias.

Pero sin duda el tabú más presente hoy en día en Europa es el islamismo. Lo puso de manifiesto, en 2005, la decisión del diario danés Jyllands-Posten de publicar una serie de dibujos y caricaturas de Mahoma, para denunciar la creciente autocensura en Europa. Las protestas en el mundo musulmán, espoleadas por informaciones falsas, dejaron decenas de muertos. Los autores de las viñetas fueron amenazados y aún hoy viven bajo protección. En solidaridad con ellos, varios medios europeos reprodujeron algunas viñetas, entre ellos el semanario satírico francés Charlie Hebdo, en cuya portada el profeta se lamentaba: “Es duro ser amado por gilipollas”. En España, El Jueves reconoció su impotencia: “Íbamos a dibujar a Mahoma... ¡pero nos hemos cagao!”, confesaba en primera página. En enero de 2015, 12 miembros de la redacción de Charlie Hebdo eran asesinados en París por terroristas islámicos. “Si nos van a matar por hacer un chiste, pues ahí está el límite del humor”, resume Broncano.

El humorista que consiguió incomodar a Andreu Buenafuente hablando de yihadismo, Kaco Forns, explica que cuanto más duro es el tema que se está tocando, más se tensa la gente. “Y para que la tensión se libere el chiste que hagas tiene que ser muy bueno”, resume. Muchos humoristas se enfrentan a las cuestiones más delicadas como un desafío propio del oficio. “Dar con la fórmula para tocar temas peliagudos de una manera natural es un reto”, comenta Ignatius. “Tarde o temprano la comedia encuentra la forma de abrirse paso”.

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Sobre la firma

Mónica Luengo Montero
Redactora de la sección de última hora. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el periódico. Antes trabajó en las revistas El País Semanal, ICON y Buenavida. También fue redactora en La Gaceta de Salamanca. Estudió periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca y Sciences Po, más tarde cursó el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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