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Champions League
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bayer Leverkusen: El pelotón suicida de Roger Schmidt

Los entrenadores que le han enfrentado coinciden en que el rival del Atlético practica una presión tan asfixiante para su oponente como peligrosa para su propia defensa

Roger Schmidt alecciona a los jugadores del Bayer, este lunes. En el vídeo, el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Simeone.Vídeo: EPV / PATRIK STOLLARZ
Diego Torres

Cada país reproduce patrones culturales consustanciales a su identidad. En 2013, el viejo expresionismo alemán se manifestó en el fútbol contemporáneo a través de Jürgen Klopp. Klopp hablaba de actuar "como una manadas de lobos" para estimular a sus jugadores a robarle la pelota al adversario en una suerte de juego dentro del juego. En 2014, el programa de Klopp hizo eco en una variante más romántica y más desaforada de esta suerte de ataque al atacante. La puso en escena Roger Schmidt en el Bayer Leverkusen. Hoy este modelo de presión es famoso entre los entrenadores europeos por su veta disparatada. El Atlético de Madrid lo pondrá a prueba este martes en el Bay Arena.

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Dice Tostao que desde 1970 el fútbol cambió, fundamentalmente, en una cosa: “ahora se juega a presionar”. Se denomina presión al movimiento sincronizado que los jugadores de un equipo realizan para hostigar a sus rivales privándoles del espacio y el tiempo necesarios para mover el balón con acierto y, en última instancia, provocando el error, el cambio de poseedor y el contragolpe. Hay tantos modos de realizar la presión como entrenadores. Schmidt es célebre entre sus colegas por la disposición irracional de sus futbolistas durante esta fase del juego.

Schmidt promueve maniobras tan letales para sus rivales como para su propio equipo: o sus jugadores ahogan a los contrarios o se hunden.

En 2014 Schmidt se presentó en Leverkusen proponiendo a sus hombres que, cuando no tuvieran la pelota, acosaran a los rivales en el campo contrario sin reparar en gastos. Los analistas observaron que reproducía la idea del impulso de Klopp, solo que sin la garantía que ofrecen determinados mecanismos de autoprotección. Las acciones implicaban a los dos delanteros, los cuatro centrocampistas y los laterales. Entre los ocho cubrían zonas relevantes y zonas que los entrenadores consideran “inocuas” porque el rival raramente las ocupa con el balón controlado. El esfuerzo ponía tanto énfasis en el balón y en los rivales que los jugadores del Bayer liberaban espacios que normalmente deben estar controlados por uno o dos futbolistas vigilantes, alguien con la misión de cerrar el paso al contrario en caso de que sus pases le conduzcan con éxito a la salida del laberinto. No era el caso. El laberinto de Schmidt no incluía guardianes. Sus jugadores presionaban como trapecistas sin red. Si el adversario era capaz de escapar, si filtraba dos pases seguidos, se le abría el horizonte. Los centrales del Bayer quedaban vendidos. Dos contra dos. Ocasión de gol nítida. Los partidos de la temporada 2014-15 calentaron los videomarcadores: 3-3, 4-2, 4-3…

El testimonio de una fuente del Bayer que prefiere el anonimato es revelador: “No estábamos tan organizados; los jugadores entendieron que cuanta más energía pusieran más errores podrían cometer, y menos perfecto sería el resultado”.

90 minutos de presión

Schmidt procuró ejecutar la presión durante 90 minutos en cada partido y descubrió que fisiológicamente era impracticable. Para ahorrar energía el club le propuso añadir jugadores de calidad a la plantilla, gente como Kevin Kampl o Ben Henrichs, que administraran mejor el balón y emplearan las posesiones para contemporizar y elegir los momentos del ataque y de la espera. La metamorfosis resultó frustrante. Schmidt no consiguió darle coherencia a su idea sin que prevaleciera el vértigo generalizado. La hibridización desembocó en inseguridad.

Con ligeras variaciones, la tendencia anárquica de 2014 se ha mantenido en 2017. Para los rivales del Bayer que tienen el balón, iniciar las jugadas resulta agobiante. Brandt, Kampl, Aranguiz, Chicharito, Bellarabi, Bender, Henrichs y Wendell están adiestrados en la tarea de perseguir a toda marcha al hombre que conduce la pelota y a sus posibles receptores, recuperar la posesión y atacar rápido exprimiendo el talento individual de una plantilla excelentemente bien surtida. Prevalece la vehemencia, el asalto masivo, el frenesí. Esta temporada el Borussia Dortmund no consiguió salir del remolino en su visita al Bay Arena (2-0) porque sus centrales nunca lograron conectar con sus volantes. Este bloqueo, sin embargo, ha sido la excepción. Contra equipos provistos de buenos pasadores, el Bayer se ha mostrado vulnerable. Tarde o temprano, la presión masiva se ha roto, los pasadores se han impuesto sobre sus perseguidores, y por la brecha han llegado ocasiones clamorosas en contra.

Toprak, Jedvaj y Tah son centrales competentes pero se han encontrado demasiado solos. Sin laterales que cierren, sin volantes que custodien los carriles de acceso cuando el resto de los compañeros están apretando 30 metros más arriba. Cada vez que alguien ha metido un pase con éxito los centrales del Bayer han quedado en manifiesta inferioridad.

La visión inflamada de Roger Schmidt será tan peligrosa para el Atlético como para el propio Bayer. Si consiguen sobrevivir al tsunami, Griezmann y sus compañeros encontrarán espacios abiertos para rematar a gol sin apenas oposición.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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