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El último tabú médico: los cuerpos extraños en el recto

Un antropólogo denuncia "la estigmatización" del placer anal en la literatura científica

Radiografía de un hombre de 68 años con un destornillador en el recto, en Cartagena.Foto: reuters_live | Vídeo: ELENA ROMERA ET AL. / EPV
Manuel Ansede

Un día de 2015, un hombre de 50 años acudió a Urgencias del Hospital Universitario de Getafe. Tenía, según su relato, estreñimiento. En la radiografía no se veía nada raro, así que los médicos le pusieron un enema de limpieza. Al cabo de unas horas en observación, el hombre no aguantaba el dolor abdominal. “Tenía taquicardia y sudores”, recuerda una de las médicas que le atendieron. Un escáner de emergencia reveló entonces “un objeto extraño en el colon” y una peritonitis fecaloide como consecuencia de una perforación del intestino. En el quirófano, los cirujanos se toparon con una zanahoria de 20 centímetros insertada por vía anal.

El hombre no había dicho nada de la hortaliza durante horas, pero después de la operación relató que se la había introducido “porque había leído por internet que era bueno para las hemorroides”, según recuerda la médica. La literatura científica está llena de casos similares. El Hospital Universitario Doctor Josep Trueta, en Girona, recibió un día a un hombre de 67 años que se había metido una manzana por el ano 24 horas antes. Otros casos son más extremos, como el vivido el año pasado en el Hospital Valle del Nalón, en Riaño (Asturias). Un chico de 29 años se presentó en Urgencias con dolor abdominal, tras una noche de borrachera y consumo de cocaína, según su versión. Decía no recordar nada. Los médicos le encontraron dos botes metálicos de desodorante, de unos 25 centímetros cada uno, en recto y colon.

Un hospital de Getafe atendió a un hombre de 50 años con una zanahoria de 20 centímetros en el recto

“La presencia de un objeto en el recto ha sido durante mucho tiempo una fuente de chistes y sospechas tanto en la calle como en el discurso médico”, reflexiona el antropólogo William J. Robertson, de la Universidad de Arizona (EE UU). El investigador ha buceado en la literatura científica y ha encontrado 147 estudios en profundidad sobre cuerpos extraños en el recto, al margen de una multitud de trabajos meramente descriptivos. Su veredicto es que los médicos refuerzan el “tabú del placer anal” y contribuyen a que los pacientes, por vergüenza, retrasen la visita a un centro sanitario, agravando los casos más problemáticos.

“La medicina se basa en dividir las cosas en normales y anormales o patológicas. Por desgracia, lo anormal a menudo no se refiere simplemente a una variación respecto a la norma estadística, sino que ese anormal está envuelto en ideas derivadas de la cultura, acerca de lo que es un comportamiento moral”, señala Robertson. Su análisis, recién publicado en la revista especializada Culture, Health & Sexuality, ha detectado que el 69% de los estudios médicos vincula los cuerpos extraños en el recto con prácticas sexuales “pervertidas o aberrantes”.

El antropólogo pone como ejemplo una revisión de 30 casos dirigida por el cirujano José Ignacio Rodríguez Hermosa, del Hospital Universitario Doctor Josep Trueta, en Girona. En el texto, el equipo médico subraya que en cinco de los casos la homosexualidad era un “factor asociado”. Curiosamente, según Robertson, “los heterosexuales no son clasificados como un grupo en el que se puedan observar cuerpos extraños, pese a que solo cinco de los 30 pacientes, el 17%, fueron identificados como homosexuales”.

“¿Por qué no situar los cuerpos extraños en el recto en el marco de prácticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios géneros y orientaciones sexuales?”

“Esta patología se aprecia en reclusos penitenciarios, en personas con trastornos psicológicos, en intentos de suicidio u homicidio, en homosexuales, en actos eróticos, en prácticas sadomasoquistas, en casos de violación o agresiones sexuales, en personas semiinconscientes bajo los efectos de drogas o alcohol o en “correos” que ocultan narcóticos”, afirmaba Rodríguez-Hermosa en otro artículo, publicado en 2001 en la revista Cirugía Española.

Para Robertson, estas descripciones vinculan estos casos con prácticas aberrantes, en el contexto de un sistema "heteronormativo" cuyo único modelo válido es la relación heterosexual tradicional. “¿Por qué no situar los cuerpos extraños en el recto en el marco de prácticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios géneros y orientaciones sexuales?”, se pregunta el antropólogo estadounidense. La médica de Getafe confirma que muchos pacientes son totalmente sinceros, como una mujer que llegó a Urgencias de su hospital y relató que se le había metido por completo un desodorante de bola en el recto cuando “jugaba con su pareja” en busca de placer anal. El año pasado, un hombre acudió al Hospital General Universitario Santa Lucía, en Cartagena (Murcia), tras introducirse demasiado un destornillador en el ano.

El antropólogo estadounidense subraya que no existen datos epidemiológicos, más allá de estudios aislados, así que es imposible saber la frecuencia con la que aparecen cuerpos extraños en el recto. Además, posiblemente en la literatura médica están sobrerrepresentados los casos extremos, como el del hombre que apareció en un hospital de Hong Kong con el recto perforado por una anguila. También hay descritos casos con paraguas, cañones de escopeta, cirios, pepinos, palos de escoba, tubos de aspiradora, mangos de martillo, botellas y, por supuesto, vibradores. El primer objeto en el recto descrito en una revista médica, en la estadounidense JAMA en 1919, fue un vaso. Casi cualquier objeto imaginable ha sido susceptible de dar placer anal a una persona.

El trabajo de Robertson destaca que, según sus criterios, el 16% de los estudios analizados sí muestra una actuación médica con completa profesionalidad y sensibilidad. “Hay una cultura de la vergüenza alrededor del placer anal. Y los propios trabajadores sanitarios contribuyen a esta estigmatización, al enmarcar los cuerpos extraños en el recto como un problema de perversiones sexuales, mentiras del paciente y anormalidad”, opina Robertson. “No es muy sorprendente que los pacientes eviten ir al médico”.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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