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Adiós al antagonismo entre los fanáticos de las agendas y los de las tabletas

Las firmas Montblanc y Moleskine han desarrollado sendos sistemas para escribir simultáneamente sobre una hoja de papel y un dispositivo electrónico

Las firmas Montblanc y Moleskine acaban de borrar la última línea que separaba la escritura analógica de la digital. Ambas han desarrollado sendos sistemas para escribir simultáneamente sobre una hoja de papel y un dispositivo electrónico.

Montblanc, célebre por sus estilográficas de lujo, ha apostado porque sean las agendas en estuche de piel las que transmitan la información. A medida que el usuario escribe, puede transferir las anotaciones a una tableta o un móvil, en los que se copia con apenas oprimir un botón de sincronización. Las piezas se venden junto a una pluma por 660 euros.

Moleskine, la mítica marca de libretas que han sido el encanto de autores viajeros como Bruce Chatwin y Paul Bowles, se ha inclinado por el bolígrafo para transferir los datos desde el papel. Una cámara infrarroja permite al esferográfico reconocer el punto de la página y del cuaderno y una aplicación transmite simultáneamente los trazos a la pantalla de un dispositivo. Libreta y bolígrafo se consiguen a 229 euros. La diferencia de precios —el set de Montblanc vale casi tres veces más que el de Moleskine— no corresponde necesariamente a la funcionalidad de cada artículo, sino a la gama de cada marca.

Smart Writing Set, de Moleskine.
Smart Writing Set, de Moleskine.

Estos productos validan la importancia que los amantes del papel dan a este soporte, pero reconocen las ventajas de guardar y compartir la información del mundo digital, así como su omnipresencia. El escritor catalán Rafael Argullol decía en un reportaje de 2011 sobre una de sus novelas, una obra de 2.000 páginas manuscritas que resultaron en 1.216 en su versión definitiva de libro, que “la escritura a mano es más parsimoniosa, pero implica también una mayor responsabilidad con las palabras”. Y agregaba: “Puedes tachar, pero tachar es un acto de agresión al propio manuscrito, mientras que en el ordenador el hecho de intercalar y suprimir es prácticamente natural”. De todas formas, le hizo falta que alguien transcribiera el texto, lo que tomó cerca de tres años, según cuenta en la revista El Malpensante la persona encargada de esa ardua tarea.

Puestos ante la dicotomía analógico-digital ahora que se pueden hacer ambas cosas al tiempo en una pantalla y una hoja, habrá que reconsiderar las bondades de cada sistema y aceptar que la vieja rivalidad se transforma cuando la libreta y el ordenador juegan en el mismo equipo.

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