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La salida de Rosberg deja a Mercedes en la encrucijada

El adiós del campéon obliga al equipo alemán a decidir si le entrega el bastón de mando a Hamilton o busca un contrapoder. "Se nos ha ofrecido media parrilla", dice Lauda

Rosberg y Hamilton en una imagen de archivo.Vídeo: Alexander Hassenstein / EPV
Oriol Puigdemont

El portazo que Nico Rosberg dio el pasado viernes al anunciar su retirada de la competición, solo cinco días después de coronarse por primera vez campeón del mundo de fórmula 1, rompió la cintura de todo el mundo, y también la de la cúpula de Mercedes. Toto Wolff, el ejecutivo de mayor rango de su división de carreras, reconoció que ese volantazo le pillo completamente por sorpresa. Con tan poco margen de tiempo, la escudería con sede en Brackley (Gran Bretaña) no tuvo margen para reaccionar y buscar un sustituto para el corredor de Wiesbaden para ponerlo sobre la mesa cuando Rosberg hizo el anuncio. Sin embargo, opciones no le faltan al constructor alemán, según dijo Niki Lauda, su presidente no ejecutivo: “Se nos ha ofrecido media parrilla”.

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Aunque la mayoría considere que la manifiesta superioridad que ha demostrado el Mercedes en los últimos tres años coloca a sus directivos ante el mejor de los escenarios llegado el momento de elegir quién heredará el monoplaza campeón, la decisión tiene mucha más miga de lo que inicialmente aparenta. Y como ocurre siempre en la F-1, existe un trasfondo político muy a tener en cuenta, aunque en este caso solo afecte al propio equipo. Al contratar a un segundo piloto o promocionar a cualquiera de los que ya corren bajo su paraguas, el fabricante de Stuttgart estará decidiendo qué perfil quiere para su organización. Si finalmente se decanta por un joven talento como por ejemplo podría ser Pascal Wherlein, que en 2016 corrió cedido a Manor, significará entregarle todo el poder a Lewis Hamilton, con lo que ello supone.

El británico, que con las Flechas de Plata se ha llevado dos de sus tres títulos, sometió a toda su estructura a una presión tremenda durante gran parte del curso, y especialmente en el último gran premio, en Abu Dabi, llevando al límite a Rosberg con la intención de apurar al máximo sus opciones de arrebatarle el premio gordo a su vecino. En Mercedes llevan años aguantando las extravagancias de este genio de Tewin, y eso lleva a pensar que los jefes no van a entregarle todo el tinglado en bandeja de plata colocándole a un novato a su lado. “Una temporada en la F-1 no es mucho, pero me siento preparado. Ahora tienen que decidir los jefes. El teléfono de Toto no debe haber parado desde el viernes porque sé que muchos pilotos le han llamado”, convenía Wehrlein, este domingo, en la gala de entrega de los premios Autosport.

Por el contrario, optar por incorporar a un primer espada con tal de equilibrar un poco más las opciones de los dos lados del garaje tampoco será fácil. De entrada, porque ir a pescar a uno de los peces gordos puede suponer un conflicto con su actual formación, algo que, por ejemplo en el caso de Ferrari y Sebastian Vettel, no le interesa a Mercedes. El elemento más apetecible es sin duda Max Verstappen, pero el holandés es el niño bonito de Red Bull, y algo parecido pasa en el caso de Daniel Ricciardo.

Llegados a este punto emerge el nombre de Fernando Alonso, que a sus 35 años lleva dos compitiendo en un coche que está muy por debajo de su talento. Desde que abandonó Ferrari a finales de 2014, el asturiano no se ha cansado de repetir que si regresaba a McLaren era por convicción, que era el sitio en el que quería estar y que tenía la seguridad de que las opciones de conseguir ese tercer título que persigue pasaban de forma irremediable por el dúo entre los de Woking y Honda. Sin embargo, Alonso, que este fin de semana tomó parte en un evento de la firma del ala dorada en Japón, lleva días moviéndose para tratar de posicionarse como posible compañero de Hamilton a partir del año que viene. Si lo que busca Mercedes es un contrapoder no hay nadie mejor que el español, con quien ya compartió garaje en 2007, aquella temporada en la que la guerra civil que se vivió en McLaren le valió a Ferrari para proclamarse campeón por última vez de la mano de Kimi Raikkonen.

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