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Centroamérica sueña con el Oscar a Mejor película extranjera

Panamá, Costa Rica y República Dominicana aspiran a conseguir el primer galardón en la categoría de habla no inglesa

Escena de la costarricense 'Entonces nosotros'.Vídeo: EL PAÍS VÍDEO
Andrés Rodríguez

Han pasado 34 años, desde que el subcontinente centroamericano logró meterse entre los cinco finalistas a Mejor película de habla no inglesa de los Premios Oscar. Alsino y el cóndor, representando a Nicaragua, fue la primera y única película que estuvo cerca de conseguir la preciada estatuilla dorada para la región en dicha categoría. En diciembre, como es tradicional, se darán a conocer los nombres de las películas que pasarán a la siguiente ronda de votación. Este año, 82 largometrajes lucharán para llegar a la selección final de la gala. El camino es aún largo para Salsipuedes, Entonces nosotros y Flor de azúcar, representantes por Panamá, Costa Rica y República Dominicana, respectivamente.

Este año una comedia romántica, un relato sobre el exilio y un filme de época retoman el camino que la anterior edición recorrieron el multipremiado largometraje guatemalteco Ixcanul; Presos, de Costa Rica, y Dólares de arena, del denominado paraíso del caribe. Este año, Centroamérica presenta producciones variadas en su propuesta. En dichas obras sus creadores depositan su confianza y esperan que puedan llegar a figurar entre los nueve semifinalistas. La única vez que un representante de un país del subcontinente ganó un premio fue en 1977, cuando el salvadoreño AndreGuttfreund se hizo con el premio a Mejor cortometraje por su trabajo como productor en In the region of ice.

‘Salsipuedes’, Panamá

Salsipuedes, el primer largometraje de Ricardo Aguilar y Manolito Rodríguez, se pensó inicialmente como una serie para la televisión inspirada en el álbum Maestra vida, de Rubén Blades. Ese proyecto no se concretó, pero el amor por las canciones, por las calles y barrios de Panamá permanecieron. Ambos realizadores plantearon en su ópera prima el contraste que existe frente a los indicadores que muestran a un país en una “tremenda bonanza económica”. “Queríamos hacer un llamado de atención respecto a estas cifras y mediciones que señalan un gran desarrollo económico, pero que no se traducen en cosas concretas para el panameño de a pie”, explica Aguilar vía telefónica.

El filme cuenta la historia de un joven que regresa a casa, a Panamá, por primera vez desde su infancia en el exilio y se enreda en el nefasto legado de su padre criminal. Se trata de un drama que exuda los códigos mortales del bajo mundo, corrupción policial y secretos familiares. “En el exilio tratamos de mostrar esa búsqueda de la salida a la marginalidad con la que se enfrentan los barrios populares y las clases marginales. Cuando uno se encuentra en esa situación, parece que la única forma de salir adelante es escapar de tu entorno, dejar de ver a los tuyos, borrar el amor que te llena los días. Y eso es injusto”, agrega.

Aguilar se siente entusiasta. El equipo de producción de la película recibió la candidatura con una “tremenda alegría”, cuenta el codirector y afirma: “nos llenó, como quien llena el tanque de gasolina, para seguir impulsando y desarrollando más proyectos que nos permitan transmitir la forma de ser y pensar de los panameños”.

‘Entonces nosotros’, Costa Rica

Las comedias románticas no suelen ser un material fílmico por el cual los institutos cinematográficos apuesten como candidatas. El actor y director costarricense Hernán Jiménez aplaudió la “valentía” de la academia tica y agradece mucho que hayan elegido su tercer largometraje como representante de ese país. “Lo digo con mucha humildad, no porque sea mi película. Pienso que la incipiente cinematografía de un país no puede valerse de un solo género. Para que una industria se desarrolle de manera sana, creo que se tiene que abrir espacio a diferentes proyectos”, afirma Jiménez vía Skype.

El filme relata el último intento de Diego y Sofía por salvar su relación de cuatro años. Para lograrlo se aventuran hacia el Pacífico costarricense para reencontrarse. Pero la aparición casual de una vieja amiga desencadena una semana llena de revelaciones insólitas, y los obliga a replantear su pasado, su presente y su futuro. “Quería retratar en la medida de lo posible el fin de una relación, así de sencillo y así de complejo. Intenta evocar un sentido de resignación, solo que retratado en una comedia romántica”, añade el director.

Admite que la película tiene elementos autobiográficos. Sin embargo, dice que es difícil señalar donde se traza la línea entre la realidad y la ficción. “La línea se desdibuja casi segundo a segundo. Esa difusión se consolida desde el proceso de escritura, en donde de pronto te inspiras en un recuerdo o en una inquietud y luego vas tomando prestados trocitos de realidad, trocitos de experiencia y lo vas sumando con más y más ficción”, añade.

Entonces nosotros se convirtió en el segundo largometraje costarricense más visto en su estreno. El éxito comercial de la película y el representar a su país no han hecho que Jiménez se crezca. Al contrario, mantiene los pies sobre la tierra, ya que considera que es lo único que le asegura hacer una mejor producción la próxima vez.

‘Flor de azúcar’, República Dominicana

El cineasta dominicano Fernando Báez sabía que no lo iba a tener sencillo cuando se propuso a hacer una película de época. Se remontó a sus lecturas de la niñez, a la gran admiración que siente por el escritor de su país Juan Bosch y por el cuento La nochebuena de Encarnación Mendoza. “Ese cuento siempre se quedó conmigo. Era un retratista costumbristas de las cosas [Bosch], del campo. El relato se desarrolla en 1948, en medio de la tiranía del dictador Rafael Trujillo, una etapa muy oscura de la historia de República Dominicana”, precisa.

Aparte de batallar con la dirección de arte y de vestuario para conseguir retratar lo más fiel posible aquella época, Báez también se enfrentó al reto de abordar el régimen autoritario de Trujillo en Flor de azúcar, el cual admite que es todavía un “tema sensible” en la sociedad dominicana. Asimismo, presenta un asunto intrínseco de la isla: la relación domínico-haitiana. “La República Dominicana tiene una imagen muy distorsionada en el mundo. Nos venden como esclavistas del vecino Haití. El dominicano y el haitiano han tenido una relación muy interesante y muy profunda; y eso fue lo más difícil, el tratar de tocar ese tema sin defender ninguna postura. Fue muy complicado”, manifiesta Báez vía telefónica.

El director proviene de un linaje de cineastas y el representar a su país lo llena de gozo: “Es un gran privilegio. A eso aspiramos los locos que queremos contar historias”. La película, que también busca homenajear a la mujer dominicana y afroamericana, según dice, se hizo con mucho sacrificio y pocos recursos. Báez es consciente que compite con grandes producciones, pero eso no lo detiene, mientras prepara su próximo largometraje. “Lo dimos todo, y sé que los grandes esfuerzos tienen sus frutos”, finaliza.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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