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El ‘enigma Bill Murray’: ¿por qué nos hace tan felices un tipo tan serio?

Su faceta como actor es admirable, pero cada 'gamberrada' que comete da la vuelta al mundo. Psicólogos explican por qué su irreverencia contenida nos cautiva

“Invítate tú a la fiesta. Asegúrate de que todos los demás estén invitados a la fiesta. La música une a la gente. Sé generoso con el mundo. La sorpresa es oro. Mientras la Tierra siga dando vueltas, haz algo útil…”. Estos son algunos de los principios que el periodista Gavin Edwards atribuye a Bill Murray en el libro Cómo ser Bill Murray (Blackie Books).

Se trata de un nuevo tributo al actor de Cazafantasmas (1984), Atrapado en el tiempo (1993) o Lost in translation (2013), pero además, la obra es un tratado sobre la irreverencia, el sentido del humor y la libertad. El ejemplo de que renunciar a la corrección política no equivale a ser excluyente o intolerante sino a relajarse, desdramatizar y celebrar nuestra autonomía con los demás, los conozcamos o no. El artista es de esas celebrities que despiertan más simpatía que hartazgo. Más allá de su vasta y en ocasiones genial filmografía, ¿por qué nos cautiva tanto Bill Murray?

Por lo que hace

A estas alturas, pocos ignoran que el cariño hacia el actor no deriva en exclusiva de su obra, sino de su talento para relacionarse con extraños: lo mismo decide ejercer de camarero en la inauguración del bar de su hijo, sirviendo solo lo que él considere, que se invita a sí mismo a una fiesta de estudiantes y acaba fregando los platos, o se come las patatas de un desconocido mientras guiña un ojo y asegura: "Nadie te va a creer". Al principio, tales extravagancias pasaron por leyendas urbanas. Sin embargo, la ubicuidad de los móviles con cámara ha despejado el misterio y Bill Murray ya es casi tan conocido por sus salidas de tono como por sus películas.

Resulta que esta sorprendente costumbre de interactuar con extraños ha sido reivindicada este año como un método de mejora de la calidad de vida, con el libro Cuando unos extraños se conocen: cómo la gente que no conoces puede transformarte, de la organización de divulgación de ideas TED. Desconocemos si el actor conoce o no las bondades de irrumpir en la cotidianeidad del prójimo, pero sí somos conscientes de su apuesta por la broma y la gamberrada inofensiva, en lugar de por la iracundia que se le consiente a su gremio.

Porque estamos decepcionados

Sin embargo, este amor repentino que estamos viviendo con Murray va más allá del aplauso con el que celebramos cada nueva gansada que se le conoce. “A la sociedad actual le atrae la gente que rompe las normas. Incluso la publicidad, que es una industria muy conservadora, utiliza la transgresión para reposicionarse. Alguien que juegue con las convenciones resulta muy atractivo y más en un momento como este, en el que la sociedad está insatisfecha, es consciente de que no se han cumplido las promesas de bienestar que esperaba y hasta los conservadores, como se ha visto con la elección de Trump como presidente de Estados Unidos, están a favor de cambiar el sistema”, explica Jordi Busquet Durán, doctor en sociología por la Universidad Ramon Llul (Barcelona) especialista en la fama y el fenómeno fan.

Busquet asegura que no existe "el secreto para que alguien se ponga de moda”, aunque entiende que Bill Murray representa “algo muy atractivo para los medios, que saben dónde hay que poner el foco y, sobre todo, la encarnación de valores con los que a todos nos gusta identificarnos: no es vulgar, es divertido, actúa de manera libre”.

Porque todos podemos ser Bill Murray

La psicóloga Violeta Alcocer explica que para entender por qué una persona puede seducir a millones de personas sin hacer otra cosa que ser él mismo, conviene recordar que, desde el punto de vista evolutivo, los seres humanos necesitamos el contacto con los otros. El grupo “nos permite ceder parte de nuestra identidad, delegar responsabilidades, motivos, juicios de valor. Satisface necesidades básicas y nos liberad de la culpa y la exigencia de pensar por nosotros mismos en cada momento”.

Su reflexión es el punto de partida para afirmar que “la figura de Bill Murray concentra todo lo que nos gustaría ser pero no nos atrevemos”. Según la experta, la suya es de las personalidades que más nos atraen porque no están completamente fuera de la norma, sino que la rompen desde dentro, con hechos inofensivos que, de alguna manera, nos ayudan a reflexionar sobre los corsés a los que estamos sometidos: “Es una persona adaptada socialmente, que además ha conseguido cierto estatus, pero que a la vez se muestra excéntrico, atrevido y se permite hacer y decir lo que otros no”, dice.

El rictus, por lo general serio, de Bill Murray fascina casi tanto como su instinto para hacernos reír quizá porque propaga, sin muecas, su batería de guasas, aproximación al otro, desfachatez y audacia. Decía David Foster Wallace que la ironía “es la canción de un pájaro que ha aprendido a amar su jaula” y Murray parece haber comprendido que la sabiduría es burlarse de esos barrotes que son los convencionalismos. Quizá ese sea el secreto.

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