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Las pedradas de estos monos se parecen demasiado a las de nuestros ancestros

Unos capuchinos brasileños producen lascas que obligan a repensar la arqueología prehistórica

Dos de los monos de la brasileña Sierra de Capivara en el lugar donde rompen piedras.Vídeo: M. Haslam / EL PAÍS
Javier Salas

Nada hay más duro para el ego que descubrir que no se es tan especial como gustaría. Messi tiene más balones de oro que Cristiano, Bob Dylan tiene el premio que se le resiste a Murakami y unos monos de treinta centímetros hacen lascas de piedra como los ancestros más despiertos de los humanos. Es un hallazgo que obliga a repensar muchas premisas que se dan por buenas en la arqueología. Porque estas lascas creadas por capuchinos brasileños son muy similares a las del registro arqueológico, pero carecen de todas las atribuciones que solemos atribuirles: ni tienen una intencionalidad tecnológica, ni confirman una capacidad exclusiva de la mano humana, ni indican que sea un peldaño decisivo en la evolución de su inteligencia.

"Puede que tengamos que revisar muchos trabajos, incluido el mío", reconoce Ignacio de la Torre

"Puede que tengamos que revisar muchos trabajos, incluido el mío", reconoce Ignacio de la Torre, arqueólogo de la University College de Londres, y uno de los especialistas que firma este hallazgo publicado en la revista Nature. "Hemos asumido una serie de premisas a la hora de valorar la intencionalidad del trabajo con piedras y ahora vemos que no necesariamente es así", asegura este experto en arqueología lítica, dedicado al estudio del uso de las piedras como herramientas.

Los monos capuchinos de la Sierra de Capivara se reúnen en un punto concreto de la selva para romper piedras con sus diminutas manos. Las golpean de forma repetitiva y sistemática, hasta que consiguen partir estas cuarcitas en lascas, muy parecidas a las que hemos visto cientos de veces en los libros de texto que abordaban los albores de la humanidad. "Cuando encontramos estas lascas, solemos atribuir una funcionalidad. Debemos ser más cautos a partir de ahora".

Parecen piezas arqueológicas, pero son lascas producidas por monos que lo único que buscan es chupar el interior de la piedra

Tras analizarlas en su laboratorio, dedicado a este tipo de materiales, De la Torre reconoce que parecen piezas arqueológicas. Sin embargo, son lascas producidas por monos que lo único que buscan es chupar el interior de la piedra. El objetivo de los capuchinos no está muy claro —hay animales como elefantes y cocodrilos que toman piedras para mejorar la actividad digestiva—, pero desde luego se trata de unos animales que están muy lejos de las capacidades evolutivas que se atribuyen a aquellos homínidos que comenzaron a caminar erguidos en África hace pocos millones de años.

Todo esto no significa que se ponga en entredicho el registro arqueológico de aquellos primeros pasos de la humanidad, insisten los firmantes del Nature. Tan solo es una advertencia: no todas las lascas producidas de esa manera son tan especiales como parecía. "Incluso a nivel anatómico, se ha estudiado mucho cuándo aparecieron las capacidades manipulativas de la mano de nuestros ancestros como un paso importante para la llegada de esta tecnología: estos monos de algo más de treinta centímetros y un par de kilos también son capaces", resume De la Torre.

Se trata de un hallazgo que desafía ideas previas sobre el nivel necesario de desarrollo del cerebro y de las manos para producir estas herramientas

"Formalmente, sus lascas se parecen mucho a las del registro arqueológico. Y es muy sorprendente, porque no tienen nada que ver. Aplican fuerza con una piedra actuando de martillo contra otra, con fractura concoidea [sistema de las herramientas talladas en la prehistoria]. Golpean la misma piedra de forma recurrente, de forma sistemática, en una secuencia de talla intencionada", describe el arqueólogo. Y luego, se limitan a chupar la lasca. Hay intención al romper la piedra de un modo, pero no al generar lascas con un fin posterior.

Los monos silbadores llevan siglos usando herramientas para comer anacardos, por ejemplo, y se pensaba que sus actividades con piedras eran algún tipo de ritual para lograr el apareamiento (se apellidan libidinosus). Por sorpresa, son capaces de generar lascas que no se han visto en otros primates más cercanos a los humanos desde un punto de vista evolutivo, como los chimpancés y los bonobos. Por eso, surgen preguntas importantes acerca de la singularidad de comportamiento de nuestros ancestros. Porque se trata de un hallazgo que desafía ideas previas sobre el nivel mínimo de complejidad cognitiva y morfológica —cerebro y manos desarrollados— necesaria para producir estas herramientas.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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