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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“¿Cómo se rehabilita a un niño asesino?”

Este fin de semana se estrena ‘The Here After’. Una de esas películas que al mismo tiempo horroriza y fascina, sin estridencias ni violencia gratuita: solo la dosis justa

Cada vez que una violación o asesinato es cometido por un menor se nos revuelve algo en el estómago o la conciencia. Sea porque no concebimos cómo un ser humano tan joven es capaz de una atrocidad así, sea porque nos da miedo saber que se hará adulto y podrá seguir delinquiendo o, lo que es aún peor, asumir que en dos tardes como quien dice, el menor asesino o violador estará en la calle. Intentando reinsertarse, volver o no a sus estudios, salir con sus amigos, enamorarse, como uno más. A la pregunta de “¿Podría perdonar al joven asesino de su hija?” podemos anteponer otra: “¿Podrá perdonar un padre que su hijo sea un asesino?” No existe una respuesta correcta. Como no tiene solución el problema de la rehabilitación de menores delincuentes.

Este fin de semana se estrena una película tan valiente y arriesgada que deja al espectador meditando, incluso varios días después de verla. The Here After (Después de esto), opera prima del director Magnus von Horn, ha conseguido grandes éxitos de crítica y premios en los festivales por los que ha pasado antes de su estreno. No es para menos. Es una de esas películas que al mismo tiempo horroriza y fascina, sin estridencias ni violencia gratuita: solo la dosis justa. Lo normal. Hasta el último minuto de largometraje que te deja sin aliento y con ganas de salir corriendo.

Ambientada en la equilibrada Suecia, narra la historia -inspirada en hechos reales- de John, un joven que regresa a su pueblo e instituto después de dos años en un reformatorio por haber asesinado a su joven novia. No es un spoiler. Lo brutal no es eso. Lo brutal llega cuando el espectador se mete en la piel del homicida adolescente y le acompaña a través del estigma, la venganza y la decadencia moral de su pueblo, que no es capaz de perdonarle. Porque, seamos sinceros, a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna vez barbaridades cuando leemos noticias que tienen cadáveres jóvenes por medio. Nos da igual la edad penal del culpable. Nos indigna que salgan tan pronto, casi impunes. ¿A que no hay valor a someter a referéndum los tiempos de cárcel para menores? Nos hierve la sangre cuando vuelven a delinquir meses después de haber salido: algo falla en el sistema. Sangre llama a sangre y en esa espiral de violencia podemos caer cualquiera, como los estables, avanzados y apacibles protagonistas suecos de la película. Eso es lo que da miedo. Hasta qué punto la sociedad está a favor de la reinserción si en realidad no permite que se reinserten. Muchos jóvenes tienen que cambiar de ciudad y de nombre después de cumplir condena porque no les queremos entre nosotros, porque pueden volver a hacerlo. Y eso les deja en riesgo de exclusión social. Delinquen de nuevo. Autoprofecía cumplida.

“Se me ocurrió la idea para Después de esto cuando estaba preparando mi proyecto final, ‘Without snow’, en la escuela de cine polaca de Lodz. Leía documentos de investigaciones policiales de crímenes cometidos por adolescentes. Y entre estos documentos me encontré con una historia que me conmovió en particular: un chico de quince años había matado a su novia, porque no podía soportar el hecho de que ella se había enamorado de otra persona. Entre las líneas de su confesión sentí que detrás del terrible acto había en realidad un chico inmaduro y tímido. Admitió el crimen, pero no tenía idea de cómo podía haber hecho algo tan horrible”, explica el director.

Para este espinoso papel eligió a un icono del pop sueco, Ulrik Munther -considerado por algunos el Justin Bieber nórdico- como protagonista. Las adolescentes que le admiren como cantante van a salir con las tripas revueltas. Porque como actor es una inquietante obra maestra de silencios, miradas y estallidos de violencia contenida. Se contempla en él, el retrato robot de tantos niños asesinos que no dejan de ser niños. Y asesinos.

Esta película descarnada y serena sería recomendable para proyectar en los institutos de este país. No sé bien en qué asignatura, ya que estamos perdiendo Ética y Filosofía… -así nos irá en un futuro-, pero indudablemente es una proyección para abrir debate. ¿Perdonamos al compañero de clase que ha matado a su novia por un ataque de celos? ¿Es seguro enamorarse de él con esos antecedentes? ¿Se le puede dar otra oportunidad o su violencia es un rasgo inamovible? Los jóvenes que vean esta película pueden preguntarse qué harían en caso de tener una pareja posesiva y celosa patológica. Salir corriendo y pedir ayuda sería lo más sensato. Pero eso, tristemente, solo se aprende con los años.

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