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William Saturno: “Los mayas aún guardan secretos”

El arqueólogo estadounidense revive el hallazgo de los murales mayas de San Bartolo, al norte de Guatemala

Willaim Saturno junto a los murales de San Bartolo.
Luis Pablo Beauregard

William Saturno creció excavando el patio de su casa en Albany, Nueva York, en busca de tesoros antiguos. Lo único que hallaba, sin embargo, eran cucharas dobladas de las fracasadas expediciones anteriores. A pesar de esto, Saturno nunca abandonó su sueño de infancia. Quería ser arqueólogo. La idea la confirmó la primera vez que visitó las ruinas de Palenque como estudiante de Harvard. “El aire de misterio que rodeaba esta espectacular ciudad en medio de la jungla era intoxicante”, dijo a EL PAÍS en entrevista.

Palenque, la esplendorosa ciudad maya de Chiapas, al sureste de México, revivió en Saturno la sed de aventura que le provocó la primera lectura de las crónicas de Centroamérica de John Lloyd Stephens ilustradas por Frederick Catherwood. Los anglosajones publicaron a mediados del siglo XIX libros llenos de anécdotas de sus expediciones en la Península de Yucatán. “Aún hay muchos sitios por descubrir e incluso los sitios que nos son familiares todavía guardan secretos”, dijo el arqueólogo de la Universidad de Boston.

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Saturno estuvo este lunes algunas horas en la Riviera Maya, la región donde hace 4.600 años inició la civilización maya y que hoy se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de México. El arqueólogo habló frente a cientos de agentes de viajes de todo el mundo en la inauguración del International Luxury Travel Market (ILTM), una feria de turismo de lujo que se lleva a cabo anualmente en la región.

El arqueólogo trabaja en el yacimiento de Xultún, unas ruinas del periódico clásico ubicadas al norte de Guatemala. Ante los operadores de viajes, Saturno contó cómo en marzo de 2001 comprobó por sí mismo que los mayas aún tienen reservados secretos en el siglo XXI.

Hace 15 años, Saturno viajó junto a guías locales por la tupida selva del Petén en la que no existe una frontera clara entre Guatemala y México. El viaje fue una pesadilla. Los exploradores abandonaron el vehículo después de encontrar 18 árboles caídos que cortaban la precaria brecha terregosa que servía de carretera. Lo que iba a ser una caminata de seis kilómetros se convirtió en un peregrinaje de veinte. El grupo acabó exhausto y al borde de la deshidratación. Decidieron descansar al hallar una pirámide en ruinas horadada por saqueadores que esperaban encontrar una tumba.

Saturno decidió refugiarse a la sombra. Sentado en medio de una oscuridad de boca de lobo encendió su linterna. El rayo de luz reveló un dibujo en una pared casi destruida. El mural mostraba a un hombre erguido girando el rostro hacia atrás y soplando lo que parece ser un caracol. La figura observa a una mujer hincada que extiende sus manos hacia él. Así fueron descubiertos los murales de San Bartolo.

“Los murales muestran la épica de la creación según los mayas y se relacionan a las historias sobre los orígenes del reinado”, afirmó Saturno. San Bartolo ha sido el hallazgo más importante sobre la civilización maya desde 1946, cuando fueron encontradas las ruinas de Bonampak en la selva lacandona. Las pinturas descubiertas por Saturno son más antiguas y corresponden al preclásico tardío. Datan del primer siglo antes de Cristo. Aquel día de marzo de 2001, el descubridor solo había visto un 10% del mural escondido en las ruinas.

Saturno afirma que los arqueólogos han ayudado a “repoblar las ciudades” abandonadas durante decenas de siglos. “Parte de nuestro trabajo es llenarlas con las historias de la gente que vivía allí”. El especialista trabaja ahora en una teoría sobre el desarrollo de las estructuras de poder. El profesor de la Universidad de Boston quiere entender la transición que transformó a esos primeros reyes retratados en los jeroglíficos de San Bartolo en dinastías arraigadas en los centros ceremoniales como Tikal o Palenque.

El misterio de Tzendales

En 2010, el escritor mexicano Carlos Tello Díaz siguió los pasos de Alfred Tozzer. El británico había sido el último arqueólogo que pisó Tzendales en 1905 y que hoy es considerada la gran ciudad maya perdida. Existe un debate entre los especialistas que intenta determinar por qué se desvanecieron los registros de este centro escondido en la selva lacandona.

Tozzer se topó por accidente con las ruinas de Tzendales. Había viajado al corazón de la selva para estudiar a los indios lacandones, que habían sido descubiertos recientemente. Montó su campamento en la región e hizo un detallado diseño de la estela, una especie de tótem de piedra tallada dedicado a la realeza en los centros ceremoniales. Este tipo de figuras son datadas en el período clásico (de los años 250 a 900 después de Cristo).

El dibujo de Tozzer de la estela mostraba una figura masculina de perfil con un imponente tocado sobre la cabeza. De su espalda salía un rostro que miraba al lado opuesto. Ambos estaban rodeados de jeroglíficos. El diseño de Tozzer ha permitido a los arqueólogos modernos saber de la existencia de esta ciudad. “Hasta donde sé nadie sabe su locación exacta”, ha escrito David Stuart, especialista en los mayas de la Universidad de Texas en Austin. “No está claro si hemos perdido la ciudad o si los arqueólogos la han visitado pero no pueden ubicarla exactamente porque la estela ha sido saqueada”, explica Saturno. De cualquier forma, Tzendales es el penúltimo misterio de los mayas.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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