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Saura hace volar la jota

El director de ‘La caza’ retorna a sus orígenes para llevar al cine el baile y cante de Aragón estableciendo conexiones con la música clásica y el flamenco

El viernes llega a los cines Jota de Saura, el bello y conmovedor retrato que Carlos Saura ha dedicado al mundo de la jota, un género de raíz aragonesa que, fuera de Aragón, no cuenta con demasiados adeptos y, a menudo, es considerado como algo burdo, rancio y tedioso. En cambio, bajo la mirada de Saura, aparece como un tipo de cante y baile alegre, vigoroso y delicado, que conoce variantes en diferentes lugares y establece parentescos y sinergias con la música celta, la clásica o el flamenco. El lunes se celebró el preestreno en los cines Palafox de Zaragoza y, durante la proyección, el público, eufórico, ovacionó cada número musical de la película.

Saura nació en Huesca en 1932. Los primeros sonidos que recuerda, a veces confundidos, son los del piano que tocaba su madre y el de las bombas de la Guerra Civil. No es extraño que la música y la guerra cobren tanto protagonismo en su obra. Y parecía inevitable que el autor de películas sobre las sevillanas, el flamenco, el tango o el fado, se centrara alguna vez en la jota, que formó parte del paisaje de su infancia. Lo ha hecho a los 84 años, 61 después de su primer cortometraje, pero cuando aún conserva la energía y la ilusión y mantiene intactas sus pasiones.

Saura llevaba tiempo dándole vueltas a esta película con la complicidad fundamental del bailarín y coreógrafo zaragozano Miguel Ángel Berna, un gran renovador de la jota. El proyecto tropezó con más de un desprecio y, para desbloquearlo, además de una obstinación típicamente aragonesa, resultó decisivo el apoyo de Aragón TV, del turolense Manuel Pizarro y del zaragozano César Alierta, presidente entonces de Telefónica, cuya división de cine se implicó en la producción.

“Mucha gente me decía que la jota no interesaba a nadie y que era una cosa franquista. Me parecía un disparate. El cante y el baile no han de contaminarse con la política”. Con Jota de Saura, el cineasta aspiraba a derribar prejuicios, sacar la jota de su gueto, sacudirle las telarañas y darle otro vuelo. El resultado es una obra muy hermosa, libre y personal, capaz de seducir a los puristas, a los modernos y, también, a los que la jota solo les produce bostezos.

La película exalta a grandes iconos del universo de la jota y, al tiempo, resulta iconoclasta. Saura reivindica la jota cantada y bailada en pantalones vaqueros y la dibuja como un género promiscuo, muy dotado para mezclarse y enriquecerse con el flamenco o la jota gallega. “Me encantaría que la jota tuviera más presencia en la calle y que la gente la cantara y bailara a cada rato”, señala Saura.

La película cuenta con la fotografía de Paco Belda y la dirección musical de Alberto Artigas y en ella actúan, entre otros, María Mazzota, Sara Baras, Nacho del Río, Beatriz Bernad, Carmen París, Miguel Ángel Remiro, Juan Manuel Cañizares, Miguel Ángel Tapia, María José Hernández, Ara Malikian, Carlos Núñez o, por descontado, Berna, cuya presencia recorre la película de arriba abajo.

Saura incluye homenajes a algunas debilidades muy suyas. Ha rescatado una secuencia de Goya en Burdeos donde Paco Rabal, caracterizado como el pintor, baila una jota, y se puede disfrutar de la legendaria Imperio Argentina mientras canta y baila en Nobleza baturra, de Florián Rey. Pero, tal vez, el tributo más especial, y aparentemente más fuera de lugar, se lo rinde a José Antonio Labordeta. Mientras desfilan imágenes de la Guerra Civil, se escucha Rosa,rosae, una canción que no tiene nada de jota pero que a Saura le emociona profundamente. “Me apetecía tomarme esa licencia. Esa canción me remueve muchas cosas y, además, para mí, Labordeta es Aragón”.

“Los aragoneses tienen un raro pudor en valorar lo suyo y Aragón no cuenta casi nada, para casi nadie, fuera de sus fronteras”, lamenta el director de La caza. En su carrera, además de por Goya o Labordeta, Saura, un mito él mismo, ha reflejado su devoción hacia otros mitos aragoneses como Gracián, Sender o Buñuel. Jota de Saura es su última y brillante aportación para que sus paisanos eleven la autoestima y para que la jota vuele con dignidad por el mundo.

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