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Golpe al cepillo de la iglesia

Crece el asalto a templos para sustraer dinero de la limosna y joyas de las vírgenes

Vídeo: ÁLVARO GARCÍA
Jordi Pérez Colomé
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Spanish thieves find easy source of loot: unprotected churches

El párroco Fernando Ruiz tiene a su cargo nueve iglesias de la diócesis de Zamora. Han sido parte del botín de una banda de ladrones que ha asaltado al menos 58 iglesias entre este año en la provincia. Según los cálculos de Ruiz, junto a otras regiones cercanas los robos podrían llegar a ser unos 200. Casos similares se repiten por España, donde la crisis ha hecho repuntar sobre todo los robos del dinero del cepillo en las iglesias. En ocasiones puntuales roban también sagrarios con hostias consagradas, destinados a rituales de magia negra. La vulnerabilidad de los templos rurales las convierte en una presa fácil.

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El robo contra el patrimonio es más excepcional. Aun así, este año la Guardia Civil de Burgos ha recuperado unas 300 obras robadas en cinco iglesias de la provincia. “Las iglesias rurales son puntos débiles: en un pueblo, con pocos habitantes, nadie oye ruidos”, dice Sergio Llata, vicario general de la diócesis de Santander.

Ruiz está resignado. Enseña la puerta de la parroquia de Videmala, que es moderna: “Es la única puerta que tuvieron que desencajar”, dice. Otras de sus iglesias se abren con llaves de un palmo de otra época. Son cerraduras que saltan con una palanquita. En Videmala, en la noche del 2 de mayo, el dueño del bar al lado de la iglesia se fue a casa a las cuatro de la mañana. El panadero llegó a las cinco. Nadie vio ni oyó nada.

En algunas parroquias de Ruiz han entrado dos semanas seguidas. El 2 de mayo se llevaron de uno de los pueblos, Villalcampo, según el atestado policial, “120 euros del cajetín de dos lampadarios y un crucifijo bañado en oro que se encontraba en la mano de la imagen del niño Jesús”. Esa misma noche otros botines aproximados en dos iglesias fueron de 40 euros.

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“Son ladrones de medio pelo”, dice Ruiz. Los cacos abren la puerta a menudo sin forzarla y buscan dinero o alhajas. El dinero está en los lampadarios que iluminan capillas, en los cepillos o en algún cajón de la sacristía. Las joyas cuelgan a veces de figuras de vírgenes. Los delincuentes de Zamora se llevaban solo lo que brillaba y dejaban tallas o cálices de mayor valor. “Una parroquia grande de Madrid puede tener 300 o 400 euros, pero habrá algunas que no tienen ni 20 euros”, dice Pablo Delclaux, coordinador de Patrimonio de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Las llaves y cerraduras de la mayoría de parroquias de Fernando Ruiz llevan muchos años de uso.
Las llaves y cerraduras de la mayoría de parroquias de Fernando Ruiz llevan muchos años de uso.Álvaro García

La Guardia Civil no dispone de datos específicos de robos, tras varias peticiones de EL PAÍS, pero sí hablan de una tendencia general. “No hay estadísticas. Nos llegan los datos pero muchas veces son confusos y no le damos toda la credibilidad”, dice Javier Morales, responsable del Grupo de Patrimonio Histórico de la UCO de la Guardia Civil. Hasta la llegada de la crisis, los robos caían: “La evolución general muestra un descenso de casos desde 1998 -dice la Guardia Civil. No obstante, a partir de 2007 se ha producido un leve cambio de tendencia, que probablemente esté condicionado por la crisis económica, y que ha supuesto un aumento moderado de casos”. Como en Zamora, los robos de estos años están más vinculados a dar con dinero rápido.

Juegos de rol y misas negras

El asalto a iglesias tiene a veces otro motivo: la profanación. El vandalismo va desde pintadas a decapitación de figuras o robo de hostias. La causas pueden tener orígenes distintos: juegos de rol, ritos de iniciación en bandas juveniles o incluso misas negras.

Delclaux, de la Conferencia Episcopal, sospecha del satanismo por los robos anuales que se dan en Toledo: “En mi diócesis veo casos de robos de sagrarios una, dos o tres veces al año”, dice Vicente Jara, experto de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas, no cree sin embargo que el satanismo deba ser causa de preocupación: “Los grupos satánicos son muy escasos y muy móviles. Si quieren formas sagradas lo más fácil es que conozcan a alguien que tenga acceso y las comercialice”, dice. El método de venta no es sencillo: los compradores requieren de un vídeo donde se vea que realmente han sido consagradas.

Las profanaciones son aún más difíciles de contabilizar. Si el párroco se avergüenza o le da pereza puede no denunciar asaltos. Jara recuerda un caso reciente en Madrid: “Se llevaron los collares de una Virgen en una capilla lateral -dice. Para la señora que abre esa parroquia, el hecho de ver a su Virgen María tirada por el suelo, rota la mano y sin sus collares, es el soponcio de su vida. Ese tipo de cosas lleva a mucho secretismo”. Si al caso se hubiera sumado una profanación, el deseo de ocultar hubiera sido mayor: “Si hay sacrilegio, se tiende a decir que aquí no ha pasado nada”, añade Jara.

Las diócesis más afectadas están en algunas de las comunidades con más zonas rurales aisladas: Castilla-León, Galicia, Aragón y Castilla-La Mancha. “En los últimos meses ha habido robos de calderilla, no de obras de arte”, dice Miguel Ángel González, delegado de Patrimonio de la diócesis de Ourense. “Hay imágenes de la Virgen a las que les cuelgan cadenitas de oro. Hemos pedido que no se las pongan: a las imágenes no les hace bien y es una tentación con eso de ‘Compro oro’ en todas las esquinas”, añade.

Una Virgen tuneada

La seguridad en las iglesias rurales no puede ser probablemente mejor: “¿Alarmas? –se pregunta el párroco Ruiz. Si ya nos cuesta mantener el templo en pie”. En iglesias mayores la seguridad es acorde a su contenido y llega a cámaras y vigilancia nocturna.

Las huchas de los lampadarios son uno de los objetivos de los ladrones.
Las huchas de los lampadarios son uno de los objetivos de los ladrones.Álvaro García

El robo de patrimonio es sin embargo, más complicado. “El patrimonio tiene mala salida. Hace poco se llevaron un sagrario de latón de los años 70 que lo despiezan y lo colocan y dejaron un cáliz antiguo”, dice Llata. El patrimonio religioso es difícil de comerciar por dos motivos: hay poca demanda y los cuerpos de seguridad acechan.

Aun así, la Guardia Civil ha recuperado unas 350 piezas robadas en dos de las operaciones más grandes de los últimos años entre diciembre de 2015 y septiembre de 2016. En 2015 saquearon cinco iglesias de la diócesis de Burgos. Eran templos cerrados, que apenas se abren a lo largo del año. Los presuntos ladrones eran dos jóvenes de 23 y 24 años. Entraban y se llevaban todo: retablos, sagrarios, tallas, cálices. La Guardia Civil cree que podían estar dentro un día entero. Estaban dirigidos por un comerciante de arte –también detenido- que intentaba colocar las piezas en el mercado.

La Guardia Civil aún intenta descubrir los métodos de venta que usaba para burlar a las autoridades. Hay dos sospechas. Primero, procuraba vender antigüedades ya legales a través de webs diversas: Milanuncios, Wallapop o sitios más específicos de coleccionistas. Una vez contactaba con clientes podía ofrecerles en privado el material robado.

Segundo, el comerciante de Burgos vendió también docenas de piezas en un anticuario por internet en Alagón (Zaragoza). La Guardia Civil, en su búsqueda rutinaria de piezas, encontró en una feria ambulante en Cantabria que un anticuario de Alicante tenía una talla de una Virgen similar a una robada en Burgos. Pero estaba tuneada: “Le habían quitado un puñal, le habían puesto una corona, le habían cambiado un color”, dice José Manuel Garrido, capitán de la Guardia Civil. Había sin embargo detalles de la policromía que coincidían.

En Alagón fue donde la Guardia Civil encontró el botín: “Se necesitaron varias furgonetas para cargar las piezas que había, era un auténtico almacén”, dice Garrido. Es probable que el destino de esas piezas recuperadas ya no sea su parroquia, sino el Museo del Retablo de Burgos.

¿Quién va a comprar un San Pancracio?

Pero en general, los anticuarios ven difícil salida al patrimonio religioso: “Imagina a un joven comprador con un Cristo llorando con la sangre, se asusta solo de verlo”, dice Juan Olives Orrit, presidente de la Asociación Gallega de Anticuarios. Los gustos cambian, cree Javier Morales, de la Guardia Civil: “Es difícil de imaginar a las generaciones más jóvenes con un niño Jesús adornando en casa”, dice. En la Conferencia Episcopal Española tampoco les sorprende: “¿Quién va a comprar un San Pancracio de un metro y medio para ponerlo en su casa?”, dice Delclaux, de la CEE.

El control sobre las piezas antiguas reduce también los incentivos de los ladrones. Las iglesias españolas tienen su patrimonio inventariado. Las autoridades disponen en seguida de imágenes de los objetos robados. Se distribuyen por anticuarios y subastas. Se vigila la red, incluso con búsqueda de imágenes. “Todo lo que se subasta lo contrastamos con nuestra base de datos histórica”, dice Morales, de la Guardia Civil.

El robo de piezas de arte requiere en suma de ladrones muy especializados: “Ha bajado enormemente también el mercado negro. Todo está muy controlado y registrado”, dice Carles Xarrié, presidente del Gremi d’Antiquaris de Catalunya.

Pero mientras haya oportunidad, habrá espacio. El anticuario de Zaragoza José Pascual Aznar explica este caso: “Hace poco iba a comprar 6.000 euros en piezas de plata en una feria que las tenía muy baratas y no me quería hacer factura. Tenía también arte sacro”. El problema de una compra así es que no hay modo de justificar su origen. Pascual no compró, pero habrá otros que tendrán menos reparos.

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Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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