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La generación de la paz que se mueve en Colombia

Lejos de los partidos políticos, los jóvenes son protagonistas del momento histórico que vive su país

Vídeo: Juan Carlos Zapata
Sally Palomino
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Colombia’s new generation for peace

Por primera vez los colombianos irán a las urnas para participar en una votación que no tiene candidatos, que no está disputándose entre partidos políticos. Un voto histórico, tal vez el más determinante para el país. El plebiscito por la paz del próximo domingo con el que el Gobierno espera respaldar el acuerdo con las FARC se ha convertido en un tema de debate que ha sabido instalarse en las universidades. Los jóvenes están hablando de paz y se han convertido en los principales promotores de esta consulta.

Desde que se anunció la firma del acuerdo, cada viernes se reúnen en el centro de Bogotá cientos de universitarios para hablar de lo negociado en La Habana. “Es un deber que tenemos que asumir. El reto de los jóvenes es transformar ese país odioso que heredamos por el país que siempre soñamos”, dice Alejandro Franco, un estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de los Andes.

Tiene 24 años y es parte del grupo Jóvenes por el sí, que reúne a 1.500 personas que como él tienen la convicción de que la paz es la mejor oportunidad para Colombia. Se mueven en las redes sociales, pero han aprendido las lecciones del pasado y saben que sus mensajes no se pueden quedar en muros de Facebook o menciones en Twitter, por eso han creado una movilización que, unida a otros grupos a favor de la paz, ha ratificado que a los jóvenes les importa el futuro de Colombia. “El recuerdo de la guerra que más me marcó fue cuando murió Raúl Reyes (líder de las FARC). Me impresionó que hubiera gente que se alegrara. Me entristeció ver que el enemigo deja de ser humano y si muere es causa de regocijo”, dice Alejandro.

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Los colectivos de jóvenes han acudido a estrategias que se salen del discurso político para hablar de los acuerdos con las FARC. Han organizado conciertos, han celebrado marchas, pero sobre todo han intentado abrir en sus universidades espacios para el debate. Los negociadores del equipo del Gobierno, Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, han discutido los acuerdos de igual a igual con los estudiantes. Los que se oponen también han tenido voz entre este debate. Las mejores discusiones entre los promotores del sí y del no en estos días de campaña se han dado en entornos académicos.

Alejandra Rojas, una estudiante de 25 años de la Universidad Nacional, habla desde la Plaza Che, insignia de la institución, del reto que ha representado sostener una campaña sin financiación. Habla de las colectas que han hecho, de los souvenirs que se han ideado en pro de la paz para recoger fondos. Reitera que estar a favor del proceso está lejos de cualquier bandera política. “No se puede confundir el respaldo a la paz con un apoyo al presidente Juan Manuel Santos. Nosotros simplemente tenemos un anhelo de país”, asegura.

De los más siete millones de afectados que ha dejado el conflicto en Colombia, al menos dos millones son jóvenes y representan el 28% del total de las víctimas. “Garantizar la no repetición está en nuestra manos”, dice Alejandra, que también celebra el punto del agro, que ocupó el primer lugar de la agenda de paz. Según el Censo Agropecuario el 72,6 % de los jóvenes entre 17 y 24 años que viven en zonas rurales no tiene acceso a la educación y el 11,5 % de la población campesina mayor de 15 años no sabe leer ni escribir.

Los estudiantes que rechazan los acuerdos dicen que el futuro del campo también les preocupa, pero piden más justicia. Pablo Londoño tiene 22 años, estudia ciencia política y es miembro de Jóvenes decimos no. Cuenta que para los que están de ese lado ha sido más difícil hacer campaña. “Decir no siempre es aburrido, en este caso es sinónimo de querer la guerra, pero nuestra invitación no es a un no rotundo sino a una renegociación sobre todo en el tema de justicia”, señala. Pablo destaca la participación estudiantil en este debate por la paz y la equipara con el Movimiento de la Séptima papeleta, que unió a estudiantes de universidades públicas y privadas para promover un cambio en la Constitución de 1886 por considerarla obsoleta. Los jóvenes lograron movilizar a un país y convertirse en artífices de la Constitución de 1991. “Nosotros ahora debemos aportar a una Colombia con paz, pero también con justicia”, dice el joven.

Michelle Harb, también de 24 años y estudiante de derecho, asegura que ha decidido ponerse la camiseta del sí porque sueña con vivir “en un país donde quepan todos, donde no se justifique cargar un arma para decir lo que se piensa, queremos formar parte de este cambio”. Los jóvenes, que han protagonizado las campañas por la paz, dicen que tienen el deber de evitar que se repita la violencia que se vivió durante tantos años. Su primer reto será participando masivamente en el plebiscito del próximo domingo.

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Sobre la firma

Sally Palomino
Redactora de EL PAÍS América desde Bogotá. Ha sido reportera de la revista 'Semana' en su formato digital y editora web del diario 'El Tiempo'. Su trabajo periodístico se ha concentrado en temas sobre violencia de género, conflicto armado y derechos humanos.

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