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SEXO

En este local se practica sexo

En Madrid hay en torno a unos 20 o 30 clubes de sexo entre los dedicados al público hetero y al público gay

Así es uno de los clubs.Vídeo: Carlos Rosillo / Jaime Casal
Pablo León

Dos chicos caminan de madrugada por una calle de Lavapiés. Van mirando el móvil. "Creo que es aquí", comenta uno de ellos. Se paran. Echan un vistazo a su alrededor; no hay ningún bar ni discoteca, solo una puerta de color negro levemente iluminada, que de casualidad se abre. Salen tres hombres de unos 30 años. "Es ahí", señala uno de los chicos la entrada de The Ring, un club de sexo de Madrid. La puerta está cerrada. Hay que llamar al timbre para poder cruzar el dintel. Tras unos segundos de espera, se permite el acceso. "Para entrar hay que hacerse socio", avisan en el interior. Antes de pagar los 10 euros de la entrada, "que incluye una consumición", se rellena un formulario y ya sí se penetra en el club dedicado exclusivamente a hombres. "Es la primera vez que vengo", reconoce en bajo uno de los chicos. Su amigo ya lo conoce. Para tranquilizarle le dice que puede quedarse en calzoncillos, "pero no te quites las zapatillas", avisa.

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"Es una sesión naked (desnudo) o underwear (en ropa interior)", cuentan desde la organización. Unas taquillas, en las que desvestirse, y una barra tenuemente iluminada reciben. "Lo primero, la copa", dice el neófito. Con ella, dan condones gratis (la promoción del sexo seguro es norma general en estos locales). Un par de tragos y ya está listo para bajar las escaleras.

Los bajos son laberínticos, con diferentes estancias. En medio de una de ellas aparece un ring de boxeo, que da nombre al local. Sobre la lona, tres púgiles desnudos. Uno de ellos, fibrado y atractivo, está de pie. Otro le practica una felación. El tercero disfruta con mirar, tocar y masturbarse. Abajo del ring dos espectadores disfrutan del espectáculo. "Practicar sexo en ningún caso es reprobable", opina Celia Blanco, periodista experta en sexo y conductora del programa Contigo dentro de la Cadena SER. "Creo que se han superado algunos tabúes que existían antes y muchos temas se pueden tratar más abiertamente", añade. A falta de un registro oficial, en Madrid hay en torno a unos 20 o 30 clubes de sexo entre el dedicado al público hetero y al público gay; curiosamente ha sido imposible encontrar un sex club dedicado a las lesbianas en la capital así como en otras ciudades españolas. Blanco habla sin pudor sobre los locales de sexo para parejas heterosexuales que ha frecuentado en la capital. Se suelen denominar de swingers (dedicados al intercambio de parejas) aunque algunos prefieren denominarse "locales liberales". Momentos, cerca de Doctor Esquerdo, es uno de ellos.

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"Queremos alejarnos del estereotipo que imperaba en estos lugares", cuentan desde la organización de Momentos, "por eso cuidamos muchos los detalles, la programación musical y las fiestas temáticas. Para disfrute de los clientes cuentan con dos piscinas, sauna, mazmorra, jaula y un confesionario. "En una fiesta de spanking [azotes], un hombre vino con una caja envuelta como para regalo. La abrí y dentro había una fusta", recuerda Blanco. Aunque se dedican a lo mismo, entre los locales centrados en el público heterosexual y el gay hay matices. Entre las diferencias están los juguetes: la Cruz de San Andrés, con forma de aspa para atarse, tiene mucho éxito en los locales para swingers así como la silla del ginecólogo; en los gais triunfan los columpios. Comunes a ambos son los glory holes (agujeros de gloria): una pared con agujeros en los que cada uno coloca la parte del cuerpo (boca, pene, culo, mano...) que ofrece para el disfrute desde el otro lado. El acceso también tiene matices: mientras la entrada a un sex club gay ronda los 10 euros, en uno hetero hay una variada lista de precios: las parejas pagan entre 20 y 30 euros; los hombres solos, 50 euros (que permiten acceder a la zona de espera, donde te tomas una copa hasta que una pareja invita a pasar al interior); las mujeres solas entran gratis.

"Me siento muy segura"

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Verónica Martín, de 33 años, acudió por primera vez a uno de estos locales hace poco más de un año: "Fui con un amigo con el que tenía relaciones sexuales esporádicas que me lo planteó". Esa primera vez le surgió durante un viaje a Berlín: "Allí es bastante normal". No se considera asidua, pero tras esa primera experiencia en Alemania, ha acudido un par de veces más. "Me gusta", reconoce, "me parece un espacio donde puedes hacer lo que te apetezca desde mirar o masturbarte hasta interaccionar con otra gente. Además, me siento muy segura y muy cómoda, que para mí es muy importante; se nota que desde la organización se está muy pendiente de que todo vaya bien", añade, "no tengo duda de que volveré".

A pesar de que se vive una cierta normalización de los sex clubs -"creo que puede hacerse un símil con lo que ocurría con los sex shops hace unos años", apunta Martín-, en España todavía emanan un halo de misterio. "Hay un leve cambio de percepción; ya no nos avergonzamos de ir a un local donde se practica sexo", dice Aurelio Catón, de 41 años. "Lo normal siempre ha sido que la gente lo haga; lo difícil, que lo admitiera", añade Catón, responsable de Boyberry Madrid, otro local donde se practica sexo también dedicado al público gay en el barrio de Malasaña. A diferencia de The Ring, este espacio tiene grandes cristaleras que dan a un esquinazo de la calle de Valverde. A través de ellas se ve una barra y unos estantes donde se vende material erótico. En contraste con los anteriores, este tiene una licencia de sex shop con espectáculo en vivo. Son las dos modalidades principales con las que se inscriben estos espacios aunque hay más variaciones.

La zona para practicar sexo se esconde tras una cortina. "Boyberry nace de la idea de que el sexo no es tabú ni oscuro", apunta Catón, "en contraste con la visión que se tenía antes de estos espacios como lugares clandestinos o turbios". El local no cierra nunca (a diario abre desde las 12 del mediodía hasta las 3 de la madrugada) y de media acuden unas 100-150 personas al día, teniendo en cuenta que los fines de semana y los festivos hay una mayor afluencia de público. Justamente, hace un par de semanas un club de similares características fue desalojado por exceso de aforo. En el informe policial también se hacía referencia a drogas. "Nosotros controlamos mucho el número de personas que están dentro no sólo por los permisos sino también por la comodidad de nuestros clientes", aclaran desde Boyberry. "Con respecto a las drogas, ocurre como en cualquier bar nocturno: está prohibido tanto su consumo como su venta. En general, los clientes lo entienden y no tenemos ningún problema con esto", añaden desde la organización del establecimiento.

El Boyberry está animado el jueves por la tarde. El acceso es libre; se paga el precio de una consumición. Pasada una cortina de tiras negras, varios chicos recorren la sala de glory holes del piso de arriba. "Es morboso lo de solo poder ver y tocar por esos agujeros", susurra Emilio, de 23 años antes de encontrar un hueco en el que colocarse. Abajo, cabinas privadas; amplias y cómodas camas -"de viscolástica", apunta el responsable- o un laberinto. Todo con una iluminación casi inexistente y porno emitiéndose en varias pantallas en las salas: "La oscuridad es parte de la decoración", apunta Catón. Y resume: "En realidad nuestro modelo de negocio es como el de un bar; vivimos de las copas que vendemos. Lo único es que en nuestro local ofrecemos un espacio cómodo, seguro y divertido para que la gente practique sexo"

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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