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Viaje al centro de ‘El jardín de las Delicias’

Un documental que puede verse en Internet permite explorar detalles de la obra maestra de El Bosco

El tríptico 'El jardín de las Delicias’, de El Bosco. | Vídeo: Así funciona el documental interactivo de la obra.Vídeo: MUSEO DEL PRADO
Isabel Ferrer

El Jardín de las Delicias (1500-1505), la obra maestra de El Bosco y una de las piezas estrella del Museo del Prado, merece más de una visita para admirar la filigrana del trazo. Pese a ello, siempre parece surgir un elemento nuevo en la composición. La productora televisiva holandesa NTR ha facilitado ahora su contemplación con la ayuda de un documental interactivo. Elaborado para la cadena pública, invita al usuario a sumergirse en la famosa tabla de dos maneras: con un paseo de 15 paradas por distintos asuntos de la de la mano de un narrador, y echando un vistazo más íntimo a unos cuarenta fragmentos. Acompañado de música de fondo, un clic del ratón del ordenador,  basta para navegar sobre esta versión fotográfica en alta resolución de la vida y la muerte, el bien y el mal, el placer y el tormento, el premio y el castigo eterno plasmados por El Bosco. Y hay sorpresas.

Una vez dentro del óleo, con o sin auriculares para concentrarse mejor, una viñeta explica los pasos a seguir. A la derecha, da comienzo la visita guiada audiovisual que sitúa el tríptico —cerrado y con la Tierra pintada dentro de una esfera transparente— en el contexto histórico de finales de la Edad Media. El tiempo del Bosco era el momento de "Colón, cuando descubrió América, de Leonardo y su Mona Lisa, del Elogio de la locura, de Erasmo… y del apogeo de la Inquisición española", dice la voz superpuesta. "En la ciudad de ´s-Hertogenbosch (Bolduque, en español), el artista se transformó en el maestro hoy reconocido por la Historia del Arte", añade. Tras este saludo, el usuario puede abrir ya la tabla.

A la izquierda, en la hoja dedicada al Paraíso terrenal, Adán conoce a Eva, recién creada por Dios. Junto a ellos, el Árbol de la vida, un drago, especie vegetal de Canarias y África. Como el zoom permite acercar la imagen, y también es posible moverse por ella, entre la multitud de animales plasmados destaca un elefante con un monito encima. En el siglo XVI, el paquidermo apenas podía encontrarse en Europa, así que ni los expertos se ponen de acuerdo. Tal vez lo vio en una feria. En el mismo escenario hay una corneja pintada. El Bosco era un gran dibujante y amante de la naturaleza, y recogió numerosos tipos de aves. Se trata de la primera vez que esta especie aparece en un cuadro en Holanda.

El panel central, El Jardín de las Delicias propiamente dicho, es una explosión de figuras humanas, animales y extrañas estructuras que pueden apreciarse despacio ampliando el foco. Curiosamente, aunque los placeres de la carne disfrutados aboquen al Infierno en la interpretación bosquiana, el sexo de hombres y mujeres está casi diluido. Todos son pálidos, casi núbiles. Entregados a la lujuria en bailes interminables, a la izquierda de la composición, una pareja se acaricia ajena al resto. Encerrados en la burbuja de lo que semeja una flor acuática, admira la delicada transparencia de la pompa que los aísla. "En el Medievo, el holandés medio sabía poco de otros países fuera de Europa. El exotismo era sinónimo de sexualidad, pero es difícil decidir si el pintor incluyó personas de raza negra por esa razón, o bien para mostrar la diversidad de las criaturas del Señor”, advierte la narración.

A la derecha, en el Infierno, el fuego planea sobre abundantes instrumentos musicales y formas de tortura. La proximidad facilitada por la técnica permite agrandar unas figuras que nunca se acaban y comprobar, entre otras cosas, el uso de los cuchillos. La villa de ´s-Hertogenbosch era conocida por su industria cuchillera, y él los presenta como armas, utensilios domésticos e instrumentos de castigo. “Mutilar a un ladrón estaba a la orden del día, y la famosa hoja enterrada entre dos orejas, es a la vez un símbolo genital masculino y una máquina de guerra”. Más abajo, hay un hombre aplastado por un laúd gigante que tiene un pentagrama tatuado en el trasero. Aquí, se convida a una interpretación de la supuesta melodía que no se ha podido descifrar. Completado el recorrido, y de regreso a la viñeta de salida, el tríptico puede recorrerse como si lo tocaras. Punteado de pestañas, al pulsarlas se incide en unas cuarenta figuras y escenas.

El documental, firmado por Pieter van Huystee, y en el que han colaborado fotógrafos, historiadores y cineastas, fue estrenado el pasado enero con motivo de la exposición Jheronimus Bosch, visiones de un genio, y fue colgado luego en Internet. Abierta hasta el 8 de mayo en el museo Noordbrabants, el éxito de la muestra ha llevado a la principal sala de la ciudad natal del Bosco a ampliar el horario de apertura diaria hasta la medianoche. Cuando cierre, El Prado inaugurará a su vez la mayor exhibición organizada hasta la fecha sobre su figura.

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