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Quien tuvo retuvo

Johnny Hallyday convirtió el Liceo en un rincón de Francia

Johnny Hallyday, durante su actuación en el Liceo.Vídeo: Juan Barbosa / EFE

Comenzó el concierto y allí estaban, al pie del escenario, el lugar destinado a los fans más obstinados e incansables. Sólo que en esta ocasión peinaban canas, cuando las había, y alguna de ellas lucía un rubio demasiado nórdico. Gritaban y palmeaban el aire, señalando con el dedo hacia el ídolo y cantaban con él Rester Vivant, primera canción y tramo del concierto en el que la voz del ídolo era inaudible. Se trataba del Liceo, lugar de compostura y moderación, pero una noche es una noche, no en vano era la primera noche en la que Johnny Hallyday actuaba en Barcelona. Pasaban pocos minutos de las 21 horas y mucho después, cuando el concierto acababa tras cerca de una treintena de piezas, ellos y ellas seguían allí, felices. Las estrellas viven de público así.

Sobre el escenario no había canas, casi setenta y tres años sin ellas. Pelillos a la mar, la coquetería rockera lo permite todo. Menos saltarse el riguroso negro. De este color eran todas las prendas de Johnny, incluidas las sempiternas gafas de sol, que al rato se quitó. Mejor ver bien que caerse por coqueto. Como tercer tema un recuerdo de aquí, su versión del Black is Black de Los Bravos, defendida, como buena parte del repertorio, con una banda a todo trapo, diez y seis músicos con coristas, metales, dos teclados y lo que haga falta: producción de altura. Johnny no debe ser barato. Además, hizo un lapsus en su gira francesa, por locales donde caben miles de personas, para bajar a Barcelona, donde no llegó a tres cuartos del Liceo. ¿Precios?, ¿falta de verdadera popularidad?

Y parecía Francia. Johnny habló en francés a un público mayormente francés: se intuía por su entrega que eran fans de cuna, de largo recorrido, personas para las que además ver a su ídolo fuera de casa les evocaba aún más su hogar. Si, también había, por supuesto, fans locales, pero no eran tan ruidosos y….. no le gritaban en francés. Para todos, locales y foráneos, Johnny desplegó un repertorio de clásicos, mantuvo la estampa, pierna izquierda avanzada, micro vencido hacia él, mirada desafiante y mucha mili en sus inacabables piernas, tan largas que parecían acabar por encima de la cadera. Versiones de libro –Mystery Train, Blue Suede Shoes, Fortunate Son, etcétera-, rock and roll y baladas alternándose, brío y terciopelo para un artista que no se siente obligado a parecer joven, sólo vistiéndose como lo ha hecho siempre, tirando de una voz aún en estado de revista y con un repertorio inagotable tuvo suficiente para convencer a los suyos. Quien tuvo retuvo.

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